sillas. Pepe Castro fue a sacar a Esperanza, que
tomo su brazo de buen grado. Mas antes de dar un paso llego el conde de
Agreda.
--iComo, Esperancita! ?No me habia usted concedido el
cotillon?--pregunto sorprendido.
La audacia no abandono a la nina, la audacia de la mujer enamorada.
--iAy, perdoneme usted, Leon! Cuando se lo concedi a usted no me
acordaba que ya lo tenia comprometido con Pepe--respondio en un tono que
podia envidiar la mas consumada actriz.
El conde se retiro diciendo algunas palabras de cortesia, que no
pudieron ocultar su mal humor. Cuando quedaron solos, Esperancita,
asustada de aquel testimonio de interes que habia dado a Castro, se
apresuro a disculparse ruborizada.
--La verdad es que no me acordaba de que lo tenia comprometido con
Leon.... Y como ya habia tomado el brazo de usted ... y ademas el conde
baila de un modo que me fatiga mucho....
Pepe Castro no abuso de su triunfo; se manifesto modesto y sumiso. En
vez de galantearla descaradamente, adopto un temperamento mas
insinuante, colmandola de atenciones delicadas, estableciendo mayor
confianza entre ellos, mostrandola, en una palabra, mucho carino, pero
sin hablarla de amor. La nina rebosaba de dicha. Espezaba a sentirse
adorada. Creia que la simpatia y el afecto con que siempre se habian
tratado Pepe y ella se transformaban al fin en amor. Su corazon empezo a
saltar alegremente dentro del pecho.
Tambien Ramoncito estaba satisfecho con aquel trueque. El conde de
Agreda le era de poco tiempo atras muy antipatico, casi tan antipatico
como Cobo Ramirez, porque empezo a sentir de el los mismos celos que del
otro. En cambio, a Pepe Castro considerabalo como su mismo yo; otro
concejal mas esbelto. Las atenciones que Esperancita le guardase, las
tomaria como dirigidas a su propia persona. Asi que, al verlos del
brazo, se conmovio profundamente, y al acercarse a ellos para decirles
algunas palabras insignificantes no pudo menos de ruborizarse. Pepe le
hizo un guino malicioso como diciendo: "Has triunfado en toda la linea".
El joven concejal sintio que se acercaba a pasos de gigante el logro de
sus esperanzas y el apogeo de su dicha.
El cotillon fue digno remate de aquel baile brillantisimo. La fantasia
de Cobo Ramirez, apretada por la gravedad del caso, fascino a los
invitados con peregrinas trazas y artificios delicados: los tuvo
enajenados cerca de una hora. Llamo la atencion, y le valio unanimes
aplausos, un juego de sortija que s
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