parciendo
profusamente el dinero a despecho de la ruina inminente de su esposo,
que tanto habia alarmado a Pepa Frias. Esta ruina no habia estallado
como se pensaba. El banquero logro conjurarla habilmente, haciendo
entender a los que tenian valores en sus manos, que de nada les serviria
arrojarse repentinamente sobre el, pues no salvarian ni un veinticinco
por ciento del capital. En cambio, si aguardaban lo recuperarian entero
y con su redito. Su mujer iba a heredar una fortuna inmensa en breve
plazo. Los acreedores entraron en razon; guardaron secreto acerca del
estado de sus negocios: solo exigieron que Clementina firmase, en union
con su marido, los pagares renovados. Poco despues, la suerte favorecio
un poco en la Bolsa a Osorio y pudo aletear como antes, aunque bajo la
mirada recelosa de los hombres de dinero, que le pronosticaban
unanimemente la quiebra mas tarde o mas temprano. Su esposa, viendose en
salvo, no volvio a pensar en estos enojosos asuntos. Tan solo cuando iba
a casa de su padre y veia el rostro palido y demudado de D. Carmen,
sentia su corazon agitado por una extrana emocion que ella misma huia de
definir, apresurandose a ahogarla con el ruido de los besos y las
palabritas carinosas.
El amor de Raimundo le hizo gozar extremadamente. Veiase envuelta, como
nunca lo habia estado, en una ola de pasion devota y exaltada que la
cariciaba dulcemente. El papel de diosa la seducia. Gustaba de mostrarse
unas veces amable y tierna, otras terrible, haciendo pasar a su adorador
por todas las pruebas posibles a fin de cerciorarse bien, decia ella, de
que era suyo, enteramente suyo. La costumbre de tratar con hombres muy
distintos, no obstante, la hizo incurrir en fatales equivocaciones que
atormentaron mucho al joven. Un dia, despues de haberse hecho servir el
almuerzo en su cuarto del Caballero de Gracia, le dijo sonriendo:
--Voy a hacerte un regalo, Mundo (asi le llamaba por mas carino).
Se levanto a buscar su manguito y saco de el una cartera muy linda.
--iOh! Es muy bonita--dijo el tomandola y llevandola a los labios--. La
traere siempre conmigo.
Pero al abrirla quedo consternado. Dentro habia un monton de billetes de
Banco.
--Te has olvidado aqui el dinero--dijo alargandole otra vez la cartera.
--No me he olvidado. Es para ti tambien.
--?Para mi?--exclamo el poniendose palido.
--?No lo quieres?--pregunto ella con timidez poniendose encarnada.
--No; no lo quiero--replico el con firmeza.
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