que se le ocurrio fue regresar
precipitadamente a Madrid, vender mas titulos y volverse otra vez. Su
hacienda mermaba de dia en dia. Cuando empezo el invierno tenia ya de
menos algunos miles de duros; mas esto no le impidio seguir gastando
lindamente. Aurelia, que tal vez por indicacion de su tio y curador, o
por propias sospechas, creia saber de donde procedia aquel dinero,
andaba melancolica, recelosa. No podia menos de mirar a su hermano con
ojos donde se reflejaba la pena, la lastima y la indignacion tambien.
Asi continuaran las cosas hasta Carnaval. La duquesa de Requena habia
mejorado bastante en unos banos de Alemania, adonde su marido la habia
llevado. Desde que tenia hecho testamento a favor de su hijastra, este
la prodigaba extremados cuidados, sabiendo cuanto le importaba su vida.
Los negocios del celebre especulador marchaban tambien prosperamente. La
mina de Riosa se habia comprado como el pretendia, al contado. Desde
entonces, sordamente, habia comenzado a hacer guerra a las acciones,
vendiendolas cada vez mas baratas para depreciarlas. Llevaba buen camino
para conseguirlo. En pocos meses habian bajado desde ciento veinte, a
que se habian puesto poco despues de la venta, hasta ochenta y tres.
Salabert esperaba de un momento a otro, por medio de una gran oferta que
tenia preparada, introducir el panico en el mercado y hacerlas bajar a
cuarenta. Entonces, por medio de sus agentes en Madrid, en Paris y en
Londres, se haria dueno de la mitad mas una, y por lo tanto del negocio.
Porque le interesaba para sus fines politicos y economicos y por
satisfacer al genio fanfarron que, a pesar de su avaricia, habitaba
dentro de el, resolvio dar un gran baile de trajes en su magnifico
palacio, invitando a toda la aristocracia madrilena y a las personas
reales. Los preparativos comenzaron dos meses antes. Aunque el palacio
estaba esplendidamente amueblado, el duque hizo desterrar de los salones
algunos muebles demasiado grandes y pesados y traer de Paris otros mas
sencillos y ligeros. Se quitaron algunos tapices; se compraron muchos
objetos de arte, de los cuales estaba un poco necesitada la casa. Veinte
dias antes del designado para el baile, se enviaron las grandes tarjetas
de invitacion. Era necesario todo este tiempo para que los invitados
pudiesen preparar sus disfraces. Exigiase traje de capricho: a los
caballeros, cuando menos, la talmilla veneciana sobre los hombros. La
prensa comenzo a esparcir el anuncio del
|