fuertemente el bombo y los platillos. El duque de
Requena habia gastado en los preparativos mas de un millon de pesetas,
segun contaban los revisteros a sus lectores. Decian ademas ioh caso
inaudito! que las flores habian venido casi todas de Paris. Y era
cierto. El duque, nacido en Valencia, el mas hermoso jardin de Europa,
para su baile hacia traer las flores de Francia. Un capital de algunos
miles de duros en flores. Las camelias rodaban por el suelo sirviendo de
alfombra en la antesala y los corredores. Centenares de plantas, casi
todas exoticas, adornaban aquella, el vestibulo y los dos salones de
baile. Legiones de criados con calzon corto y vistosas casacas
aguardaban apostados estrategicamente en todos los puntos necesarios.
Una pareja de guardias de caballeria permanecia al lado de la verja del
jardin manteniendo el orden en los coches, ayudada de algunos agentes de
orden publico. El guardarropa, construido nuevamente, era una estancia
lujosa donde todo estaba prevenido para que los magnificos abrigos,
sereneros o _salidas de baile_, como ahora se nombran, no sufriesen el
mas minimo desperfecto. La gran escalinata estaba iluminada con luz
electrica: el vestibulo y el comedor con gas: los salones de baile con
bujias. En la sala de conversacion y en la de juego habia algunas
lamparas de petroleo con enormes y artisticas pantallas. En estas ardia
ademas un fuego claro y brillante en las chimeneas.
Clementina recibia a los invitados en el primer salon, cerca de la
antesala. Sustituia a su madrastra porque esta, a causa de su debilidad,
no podia mantenerse tanto tiempo en pie. La duquesa estaba en la sala de
conversacion rodeada de algunas amigas: alli recibia a los que iban a
saludarla. El duque y Osorio, a la puerta de la antesala, ofrecian el
brazo a las damas que iban llegando y las conducian hasta Clementina. El
atavio de esta realzaba, como habia presumido bien, su esplendida
belleza. Su gallarda figura parecia aun mas fina y mas esbelta con aquel
traje ajustadisimo. Su linda cabeza rubia resaltaba sobre el terciopelo
negro como una rosa blanca. El rey Felipe III hubiera trocado de buena
gana su Margarita autentica por esta contrahecha. Un pormenor que
comenzo a correr por los salones y que al dia siguiente noticiaron los
revisteros, era que habia venido un peluquero de Paris en el
_sud-expres_ exprofeso a peinarla.
La abigarrada muchedumbre comenzo a invadir los salones. Todas las
epocas de la historia, t
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