serie de alfilerazos padecidos en secreto, sin confiarlos a nadie
mas que a su confesor, habian labrado la salud de la senora,
reduciendola a un estado de flaqueza tal que por milagro se sostenia.
Salabert tenia mas que hacer que reparar en tales sufrimientos. Pensaba
que con el titulo de duquesa, y tantisima riqueza acumulada en aquel
palacio, D. Carmen debia de ser la mujer mas feliz de la tierra.
--?Que hace la viejecita? ?que hace?--entro preguntando en tono medio
brutal medio carinoso, que revelaba bien la profunda indiferencia que su
mujer le inspiraba.
D. Carmen levanto los ojos sonriendo.
--Hola ?eres tu? Milagro, por aqui a esta hora.
--Antes hubiera venido a saber de ti, si no me hubieran dicho que estaba
el padre Ortega. ?Como has pasado la noche? Bien ?eh? Ya lo creo.... Tu
no estas tan mala como te figuras. ?A que viene eso de rodearte de curas
como si fueses a morirte?
--?Los curas no hacen falta mas que cuando uno se muere?
--Si, los curas son indispensables para dar respetabilidad a las
casas--dijo repantigandose en una butaca y extendiendo groseramente las
piernas--. Sin un poco de pano negro, los palacios recien pintados como
este chillan demasiado.... Solo que a la larga se hacen muy molestos: no
se cansan de pedir. Tienen tantas tragaderas como las ballenas.... Yo
los compraria de buena gana figurados, de cera o de carton, y harian el
mismo efecto....
--Calla, calla, Antonio; no empieces a soltar disparates. Cualquiera que
te oyese te juzgaria un hereje, y gracias a Dios no lo eres.
--iVaya una ganga el ser hereje! ?Que utilidad trae el ser hereje?...--Y
cambiando bruscamente de tema preguntole:--?Como va ese aquelarre que
habeis hecho en los Cuatro Caminos?
Se referia al asilo de ancianas, del cual era D. Carmen la principal
protectora.
--Va muy bien. Solo que la marquesa de Alcudia no quiere continuar
siendo tesorera. No sabemos a quien se ha de nombrar.
--Por supuesto, los sabados se despoblara aquello.
--?Pues?--pregunto inocentemente la senora.
--Porque se marcharan a Sevilla todas sobre escobas.
--iBah, bah! No hagas burla de las pobres ancianas--replico riendo--.
Tambien tu y yo somos dos viejos....
--Verdad, verdad--dijo el banquero poniendose afectadamente grave y
triste--. Somos un par de trampas que el dia menos pensado nos
escurrimos para el otro barrio, sin sentirlo.
Habia visto una entrada oportuna para la conversacion que apetecia: se
apresuraba a ap
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