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fabricado con ilusion para morir en ella en brazos de su esposa. La voz del duque se alteraba por momentos; sus ojos se arrasaban de lagrimas. Todavia siguio en este tono patetico un rato. Al fin cayo como desfallecido en la butaca, llevandose el panuelo a los ojos. Pero D. Carmen, aunque caritativa y sensible, no dio senales de hallarse conmovida. Antes, con firmeza, dijo: --Bien sabes tu que nada de eso es cierto. Ni soy capaz de vengarme, ni seria fuerte venganza dejar cuanto tengo a una hija tuya, que solo es mia por el carino que la tengo. El duque cambio de tactica. Miro un rato a su esposa con ojos compasivos. Al cabo dijo sonriendo con amargura: --Tu quieres mucho a Clementina, ?verdad?... Pues mira; lo mejor que puedes hacer para darle un alegron es reventar cuanto mas antes. El pobre Osorio esta con el agua al cuello. Ahora me explico por que sus acreedores no acaban de tragarselo. Sin duda tu le has hablado a su mujer algo de testamento, y como estas un poquillo delicada aguardan tu muerte como agua de Mayo. Conque no te descuides. D. Carmen se puso mucho mas palida de lo que estaba al oir estas sangrientas palabras. Necesito agarrarse a los brazos del sillon para no desfallecer. Lo que decia su marido era horrible, pero muy verosimil. El, que advirtio su emocion, se apresuro a ofrecerle todos los datos necesarios para confirmar la sospecha. Le expuso en un cuadro completo la situacion economica de Osorio, insistiendo en lo raro de que sus acreedores aguardaran si no contasen con alguna esperanza positiva, que no podia ser mas que la muerte de ella. Entonces aquella infeliz mujer tuvo una frase sublime. --Pues aunque Clementina desee mi muerte, yo la quiero lo mismo, con todo mi corazon. Para ella sera cuanto tengo. El duque salio de la estancia furioso, bufando como un toro con banderillas de fuego, o como un actor a quien acaban de propinar una silba. D. Carmen permanecio inmovil largo rato, en la misma postura que la habia dejado, con los ojos clavados en el vacio. Dos lagrimas temblaron al fin en sus ojos y rodaron silenciosamente por sus mejillas marchitas. XI #Baile en el palacio de Requena.# Transcurrieron los dias y los meses. Clementina paso el verano, como siempre, en Biarritz. Raimundo la siguio, dejando a su hermana confiada a unos parientes, y regreso cuando aquella a ultimos de Septiembre. Por la casa de los huerfanos soplaba un viento tormentoso que la habi
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