sas, el encuentro con
Clementina fue para el la revelacion de ese mundo encantado, poetico,
que a casi todos se aparece mas temprano. Aquel primer suspiro de Venus
al salir de la espuma del mar que repitio el Universo entero, sono
entonces en su alma y la estremecio dulcemente. Su alma, que estaba muda
y triste como la Naturaleza antes que la diosa de la hermosura
suspirase. Muy pocos hombres alcanzan una dicha parecida: poseer la
primera mujer que se ama, llegar a tiempo para recoger el fruto sazonado
del amor. Para Raimundo, esa inclinacion timida y anhelante del
adolescente llena de zozobras y melancolias, se fundio con el amor de la
edad viril, apetitoso y sensual. ?Que extrano, pues, que absorbiera toda
la energia de su ser, toda su inteligencia y todos sus sentidos?
Desde aquella noche memorable no volvio a pensar mas que en Clementina.
Para el, el Universo se redujo de pronto al tamano y a la forma de una
mujer. No solo se creyo obligado a vivir y respirar para ella, sino
tambien a pensar en todos los instantes del dia y hasta a sonar con ella
por la noche. En un principio la dama le recibia en su casa. Esto le
parecio en seguida peligroso y feo, y alquilaron un cuarto en la calle
del Caballero de Gracia, un entresuelo pequenito que amueblaron con
elegancia. La vida de Raimundo experimento un cambio radical. De aquel
retiro absoluto en que vivia, paso subito al bullicio del mundo
aristocratico; teatros, bailes, comidas, carreras de caballos y partidas
de caza. Clementina le arrastraba sujeto a su carro, le exhibia en todos
los salones sin desdenarse de el. Porque nuestro joven, de figura
delicada y elegante, de caracter apacible y clara inteligencia, se hacia
simpatico dondequiera que entraba. A nadie le importaba gran cosa si era
rico o pobre, noble o plebeyo.
Aurelia le acompanaba algunas veces, pero siempre contra su gusto.
Aunque no usaba contrariar la marcha adoptada por su hermano, era facil
de adivinar que la condenaba en el fuero interno, que se hallaba fuera
de su centro en el hotel de Osorio. Se habia hecho reflexiva y
taciturna. Su mirada, cuando la posaba en Raimundo, era profunda y
melancolica, como si temiese una catastrofe. Clementina la agasajaba
cuanto podia; pero no lograba entrar en su corazon. Al traves de las
sonrisas de la nina, de su modestia y rubor, creia observar un
sentimiento de hostilidad que a menudo la desconcertaba.
La esposa de Osorio continuaba desplegando el mismo boato, es
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