xtrana de comenzar aquella amistad, ni se le podia ocultar el fondo de
falsedad que en ella existia. Conociendolo Raimundo procuraba con afan
desvanecer sus aprensiones, unas veces directa, otras indirectamente.
Era Aurelia una muchacha mas bien fea que linda, como ya hemos dicho, de
buen sentido y de honrado corazon. La adoracion que sentia por
Raimundo, inculcada por su difunta madre, no le impedia conocer las
partes flacas de su caracter, debil, impresionable con exceso y pueril.
Realmente en este aspecto ella representaba el elemento masculino y el
el femenino dentro de la casa. Lloraba el con extremada facilidad; ella
dificilmente. Sentia el extranas aprensiones, desfallecimientos, a veces
verdaderas alucinaciones; ella tenia el sistema nervioso perfectamente
equilibrado. Era sana y maciza; el, enfermizo y lacio. En los meses que
siguieron a la muerte de la madre, Raimundo, sacando fuerzas de flaqueza
con la idea de proteger a su hermana, se habia mostrado mas resuelto y
varonil. Andando el tiempo el temperamento recobro sus derechos, cayo de
nuevo en sus manias pueriles, en su impresionabilidad femenil, al paso
que ella se crecia descubriendo un temperamento firme, equilibrado y
recto.
No le costo mucho trabajo a Clementina someter, fascinar enteramente al
joven naturalista. Unas veces yendo los chicos a su hotel, otras yendo
ella a casa de los chicos o llevandolos consigo al teatro o al paseo, se
veian la mayor parte de los dias. Pepe Castro, la primera noche que
encontro a Raimundo en el salon de Osorio comprendio perfectamente lo
que pasaba, y se lleno de despecho.
--A esta grandisima ... le da ahora por los bebes--murmuro rechinando
los dientes--. Todas las perdidas concluyen por estas extravagancias.
Penso en dirigirse al joven y provocarle. No tardo en persuadirse de que
este paso seria para el desastroso. ?Que iba ganando en ello?
Absolutamente nada porque Clementina le detestaria. El escandalo pondria
de manifiesto su derrota, tanto mas vergonzosa cuanto que el vencedor
era un chicuelo absolutamente desconocido. Determinose, pues,
prudentemente a no dar su brazo a torcer ante el mundo y a alejarse de
su querida temporalmente, dejandola que satisficiese su capricho. Quiza
mas adelante, cansada de triscar con aquel corderillo, volveria la oveja
al redil.
Raimundo no era tan nino como Castro le suponia, pues contaba veintitres
anos cumplidos: pero tenia una figura infantil y delicada que no le
dejaba
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