aparentar mas de diez y ocho. Su salud era vacilante y
quebradiza. Padecia frecuentes ataques, sobre todo desde la muerte de su
madre, en que perdia unas veces la vista, otras el habla, con otra
variedad de fenomenos extranos que por fortuna duraban poco tiempo.
Ademas se veia acometido de profundas melancolias, crisis violentas que
terminaban por un llanto copioso y prolongado corno en las mujeres
histericas. La vista de las aranas le producia espasmos; el bisturi de
un medico le estremecia. La aprension de volverse loco le hacia padecer
horriblemente algunas veces: otras era el temor de suicidarse contra su
propia voluntad. Jamas tenia armas al alcance de la mano, y por el miedo
de arrojarse desde el balcon llego a cerrar de noche el de su cuarto con
candado, entregando la llave a su hermana, unica testigo y confidente de
estos desvarios. Su temperamento y la educacion afeminada que habia
tenido eran la causa de ellos. Guardabalos, sin embargo, con cuidado
como todos los que los padecen, que son mas de los que se piensa:
procuraba con grandes esfuerzos refrenarse comprendiendo el ridiculo que
cae sobre los hombres asi constituidos.
Cualquiera se representara bien lo que pasaria por este muchacho cuando
una mujer tan hermosa, tan coqueta y tan experimentada como Clementina
se resolvio a hacer su conquista. Primero su extremada timidez le
impidio darse cuenta de la conducta de la dama. Pensaba que aquellos
saludos afectuosos, aquellas sonrisas no eran mas que la expresion de
una subita simpatia que su orfandad habia excitado en ella. Todavia,
cuando trabo amistad con ellos y se multiplicaron las senales de su
inclinacion, y su hermana le dio la voz de alerta, no pudo imaginarse
que pudiera existir entre ambos otra cosa que una amistad mas o menos
estrecha protectora y maternal por parte de ella, rendida y fervorosa
por la de el. Sin embargo, el elixir de amor que gota a gota iba dejando
caer Clementina en sus labios, llego al fin al corazon. Cuando menos lo
pensaba se encontro enamorado, loco. Pero al tiempo que hizo este
descubrimiento le acometio una vergueenza inmensa; penso que jamas
tendria el valor de declararselo. Por un lado la conducta de su idolo
con el, los constantes testimonios de simpatia que le prodigaba, se
prestaban a forjarse ilusiones. Pero le parecia tan extrano e
inverosimil que un hombre timido, inexperto, desprovisto de atractivos
mundanos pudiese obtener los favores de senora tan rica y tan hermo
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