es o cuatro pases superiores, de verdadero
maestro, con los cuales arreglo la cabeza al pobre Raimundo, esto es, le
dejo inmovil, confuso, fascinado, como ella le queria, en suma. Al mismo
tiempo explico con habilidad aquellas manifestaciones de simpatia un
poco extranas cuyo recuerdo la avergonzaba.
Sin dejarle tiempo a reponerse le pregunto con interes por su hermanita,
por su vida, por sus mariposas. Raimundo contestaba a sus preguntas con
sobrado laconismo, no por frialdad, sino por su falta de mundo. Pero
ella no se desconcertaba. Seguia cada vez mas carinosa envolviendole en
una red de palabritas lisonjeras y de miradas tiernas. Cuando mas
embebida y aun puede decirse entusiasmada se hallaba reconquistado a su
juvenil adorador, he aqui que aparece en el pasillo de las butacas Pepe
Castro, correctamente vestido de frac, las puntas del bigote engomadas,
finas como agujas, los bucles del cabello pegados coquetamente a las
sienes, el aire suelto, varonil, displicente. Derramo primero su mirada
fascinadora, olimpica, por las butacas, dejando temblorosas y subyugadas
a todas las ninas casaderas que por alli andaban esparcidas: despues,
con arranque sereno como el vuelo de un aguila, alzola al palco numero
once. No pudo reprimir un movimiento de sorpresa. ?Con quien hablaba
Clementina tan intimamente? No conocia a aquel joven. Le dirigio sus
diminutos gemelos. Nada, no le habia visto en su vida. Clementina, que
advirtio la sorpresa de su amante, despues de responder al saludo
redoblo su amabilidad con Raimundo, volviendose enteramente hacia el,
acercando el rostro para hablarle, haciendo mil monerias destinadas a
llamar la atencion del noble salvaje y a preocuparle. Sentia un goce
maligno en ello. Castro habia llegado a serle indiferente. Dirigio este
por largo rato los gemelos a Raimundo de un modo impertinente y hasta
provocativo. Nuestro joven le pago con algunas inocentes miradas de
curiosidad, porque no tenia el honor de conocer al terror de los
maridos.
Comprendiendo que su hermana estaria impaciente, aunque desde el palco
no la perdia de vista, se alzo de la silla para despedirse.
--Seremos amigos ?verdad?--le dijo la hermosa dama reteniendole por la
mano--. Muchos recuerdos a su hermanita. Necesito darle una satisfaccion
de aquella brusca y extrana visita, y se la dare. Digale usted que uno
de estos dias la voy a sorprender en medio de sus faenas caseras.... Me
interesan ustedes muchisimo, dos hermanitos tan
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