jovenes viviendo
solos.... Adios, Alcazar: lo dicho.
Cuando bajo del palco un poco aturdido y se sento de nuevo al lado de
Aurelia, le dijo esta:
--iQue hermosa es esa senora!... Pero yo sigo creyendo que no se parece
a mama.
Raimundo, que no se acordaba en aquel momento de tal parecido, sintio un
leve estremecimiento y balbucio:
--Pues yo le encuentro un cierto aire....
Ahora ya no era mas que aire. El joven comenzaba a sentir
remordimientos. La impresion que Clementina le causaba no era la misma
de respetuosa devocion que antes de haber trabado de tan singular manera
conocimiento con ella.
Pepe Castro, asi que le vio en las butacas, comenzo a mirarle con fijeza
tratando sin duda de analizarle. Como quiera que aquel muchacho rubio no
pertenecia a la elevada sociedad que el frecuentaba, pasosele por la
imaginacion (porque tenia imaginacion y todo), que bien pudiera ser el
mismo perseguidor de quien tanto se habia quejado en otro tiempo
Clementina. Como es natural, esta sospecha no le excito a mirarle con
mas simpatia. Raimundo estaba tan atento a contemplar el palco de la
senora de Osorio, que no reparo en la provocativa insistencia del
tenorio. Este, cansado al fin, subio a saludar a su querida. Sentose a
su lado, en la misma posicion que un momento antes habia estado
Raimundo, quien al verle de esta suerte sintio un extrano malestar,
cierta vaga tristeza que no trato de definir. Sin embargo, observo que
la dama estaba muy risuena y el gallardo caballero muy serio, y que a
ella no le faltaba tiempo para echar frecuentes miradas a las butacas,
lo cual ponia al otro cada vez mas enfurrunado y sombrio.
--?Has reparado como te mira esa senora?--pregunto Aurelia a su
hermano--. Parece como si le gustases.
--iQue tonteria! exclamo el ruborizandose--. iVaya un buen mozo que soy
yo! Si fuese el caballero que ahora tiene al lado....
Aurelia protesto riendo. No; su hermano era mas guapo que aquel soldado
de cromo con rosetas en las mejillas como las bailarinas.
Cuando termino la representacion, Raimundo pudo ver, no sin cierto
sentimiento de celos, a Clementina aguardando en el vestibulo su lando
en compania del mismo caballero. Saludole aquella con tanto afecto, que
Castro, cada vez mas inquieto, volvio a dirigirle una larga e intensa
mirada de analisis.
Por espacio de algunos dias el joven entomologo espero con zozobra que
Clementina se detuviese a la puerta de su casa y subiera a cumplir la
promesa.
|