vador, concluyo sin embargo por observarlo.
--Oyes, chica, ?que es lo que tienes? ?Te dura todavia el enfado?
--?A mi? iCa! Yo no puedo enfadarme contigo.
Estas palabras parecian un testimonio de carino y confianza. Sin
embargo, las pronuncio en un tono tan extrano, que la Amparo se la quedo
mirando fijamente antes de replicar.
--Pues hija--dijo al cabo--, yo te confieso que puedo enfadarme con
todo el mundo y contigo tambien si me llegases a hacer alguna ofensa.
--Pues yo, contigo, no--replico con una sonrisa particular la Socorro.
Amparo volvio a mirarla fijamente y con sorpresa.
--?Que quieres decir con eso, que me desprecias?
--Lo que tu quieras--profirio con el mismo gesto de desden.
Una arruga profunda aparecio en el entrecejo de Amparo; senal de
tormenta.
--Mira, chica, tengamos la fiesta en paz. Te vas haciendo muy picante y
ya sabes que tengo muy poca paciencia--dijo con voz sorda.
--De lo que menos caso hago yo es de tu paciencia, hija mia. Te he
venido a decir bien claramente que no quiero trato contigo. Al parecer,
no quieres acabar de entenderlo. Tu y yo no hemos mamado la misma leche
ni hemos tenido los mismos principios. Por eso no nos entendemos. Si
algun resentimiento tienes conmigo, como yo jamas te he tenido miedo
ninguno, podemos resolverlo cuando quieras. Mira, aqui traigo este
juguete para castigar a los desvergonzados.
Al mismo tiempo saco del bolsillo una llave inglesa y la puso sobre la
mesa.
Verla Amparo, apoderarse de ella con impetu feroz, y dar un terrible
golpe en la cara a su duena, fue instantaneo. La Socorro cayo de la
silla soltando cuatro chorros de sangre por los cuatro agujeros que los
pinchos del instrumento la hicieron. El susto, para los que alli estaban
fue grande, pues no habian advertido la disputa. Todos corrieron
presurosos a levantar a la herida. Hubo unos instantes de confusion en
que nadie se daba cuenta de lo que en realidad habia pasado. La Amparo
se habia puesto terriblemente palida y aun murmuraba sordamente
denuestos. En cuanto Leon Guzman averiguo, viendo en sus manos la llave,
lo que habia pasado quiso arrojarse sobre ella, y lo hubiera hecho
faltando a lo que se debe un caballero, si Pepe Castro y Rafael no le
hubieran sujetado. No pudiendo realizar sus propositos comenzo a
increparla.
--iEsto es una infamia! iUna vileza! iEs la accion de un asesino! Desde
aqui debes ir a la carcel, porque has cometido un delito.
Los mozos, que habi
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