ellas
en las narices y volviendose a Castro.
--Quitese de ahi, Pepe. No quiero que se me contemple a vista de pajaro.
Fuentes se acerco para despedirse.
--?No toma chocolate?--le pregunto Clementina dandole la mano.
--?Como quiere usted que tome chocolate un hombre a quien le acaban de
descerrajar un soneto a quema ropa?
--?Mariscal?
--El mismo. En el comedor y a traicion.
Mariscal era un joven poeta, empleado en el Ministerio de Ultramar, que
hacia sonetos a la Virgen y odas a las duquesas.
--Pero ya me he vengado como un marroqui--siguio.--Le he presentado al
conde de Cotorraso que le esta dando una conferencia sobre los aceites.
Miren ustedes que cara de sufrimiento tiene el pobre.
Los tresillistas volvieron la cabeza. Alla en un rincon estaban, en
efecto, los dos. El conde hablaba con calor y le tenia cogido por la
solapa segun su costumbre. El desgraciado poeta, con el rostro
contraido, echando miradas de socorro a todas partes, se dejaba sacudir
como un hombre a quien conducen a la carcel.
--Arbos, ?no cree usted que he llevado mi venganza demasiado lejos?
Para no destruir el efecto de la frase se marcho bruscamente. Todas las
noches recorria dos o tres tertulias, donde se celebraban su gracia y
sus ingeniosidades.
Los criados entraban con bandejas de chocolates y de helados. Cobo
Ramirez cogio una mesilla japonesa, la llevo a un rincon, sentose frente
a ella y se apercibio a engullir.
Pepa Frias echo una mirada en torno, y viendo al general Patino
acercarse, le dijo:
--General, tome usted estas cartas: estoy cansada de jugar. Daselas tu a
Pepe, Clementina; vamos un poco al salon.
El general y Castro ocuparon el sitio de las damas. Estas se fueron al
salon grande: mas antes de llegar a el, dijo Pepa:
--Mira, tengo que hablarte de un asunto importante. Vamos a otro sitio.
Clementina la miro con sorpresa.
--?Quieres que vayamos al comedor?
--No; mejor es que subamos a tu cuarto.
Volvio a mirarla con mas sorpresa aun, y, alzando los hombros, dijo:
--Como quieras. iCosa grave debe de ser!
Mientras subian la escalera, Clementina imaginaba que su amiga iba a
hablarle de Pepe Castro, de sus amores. Y como en realidad el asunto no
le interesaba como antes, marchaba con cierta indiferencia no exenta de
aburrimiento. Cuando se encontraron frente a frente en el _boudoir_, le
dijo Pepa cogiendola por las munecas y mirandola fijamente:
--Vamos a ver, Clementina, ?tu sabes com
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