ma, descotado.
Ordinariamente se ponia para estas comidas de los sabados trajes de
media etiqueta, esto es, con las mangas hasta el codo. Ahora quiso lucir
su celebrado descote en honor de un diplomatico extranjero que comia por
vez primera en su casa. Mientras se dejaba arreglar el pelo, su espiritu
vagaba distraido por los sucesos del dia. No habia acudido a la cita de
Pepe: de seguro vendria furioso. Su labio inferior se alargo con
displicencia y sus ojos brillaron maliciosamente como diciendo: "?Y a mi
que?" Despues se acordo del saludo a su juvenil ex perseguidor, de
aquella inoportuna vuelta de cabeza. Un sentimiento de vergueenza volvio
a acometerla. Sus mejillas lo atestiguaron adquiriendo un poco mas de
color. Torno a llamarse para su fuero interno, tonta, imprevisora, loca.
Por fortuna, el chico parecia modesto y discreto. Otro cualquiera
formaria castillos en el aire al instante. Penso bastante en el y penso
con simpatia. La verdad es que tenia una presencia agradable y un modo
de hablar suave y firme a la vez, que impresionaba. Luego aquel carino
entranable a la memoria de su madre, su vida retirada, su extrana mania
de las mariposas, todo le hacia muy interesante. Cuantas veces habia
pensado Clementina esto mismo desde hacia dos meses no podremos decirlo;
pero si que lo habia pensado un numero bastante considerable. Su
espiritu, embargado por dulce somnolencia, volvio a inclinarse al
idilio. Aquel cuarto tercero, aquel despacho alegre, aquella vida dulce
y oscura. iQuien sabe! La felicidad se encuentra donde menos se piensa.
Un punado de trapos, otro de joyas, algunos platos mas sobre la mesa no
pueden darla a nadie. Pero un pensamiento lugubre, que hacia algun
tiempo amargaba todos sus suenos, le cruzo por la mente. Ella era ya una
vieja; si, una vieja; no habia que forjarse ilusiones. A Estefania le
costaba cada vez mas trabajo ocultar las hebras plateadas que en sus
rubios cabellos aparecian. Aunque se resistia tenazmente a echar sobre
su hermosa cabeza ningun producto quimico, presentia que no iba a haber
otro remedio. El amor candoroso, vivo, feliz con que la aventura del
joven Alcazar le habia hecho sonar, estaba vedado para ella. No le
quedaba ya, y eso por poco tiempo, mas que los devaneos vulgares,
insulsos, de los tenorios aristocratas, iguales unos a otros en sus
gustos, en sus palabras y en su inaguantable vanidad. ?Que relacion
podia ya existir entre aquel nino y ella, como no fuese la de madre a
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