que no le correspondia era
precisamente para conservar el empleo, que era su unico sosten y el de
su hija. Esta nada sabia aun de aquel plan de vida. Pinedo esperaba
casarla con un hombre modesto y trabajador y que no conociese jamas
aquel mundo en que no podia vivir y que el despreciaba en el fondo del
alma, aunque tal vez, por la fuerza de la costumbre, no pudiese ya vivir
a gusto en otro.
--Es muy joven aun.... Tiene tiempo de divertirse--repuso con sonrisa
forzada.
--iBah, bah! diga usted que es usted un grandisimo egoista.... ?Y cuanto
tiempo hace que no ha estado usted en casa de Valpardo?--anadio la dama
pasando a otra conversacion.
--Pues el lunes. La condesa me ha preguntado con mucho interes por usted
y se lamenta de que la haya abandonado.
--iPobre Anita: es verdad!
Sobre los duenos de la casa y sobre sus tertulios, Pinedo y Clementina
comenzaron una conversacion animada, inagotable. Pilar escucho con
atencion al principio; pero como no conocia a la mayor parte de aquellos
personajes concluyo por distraerse paseando su vista por las
inmediaciones, fijandola en los pocos transeuntes que a aquella hora
acertaban a pasar por alli.
--Papa:--dijo aprovechando un momento de pausa--. Ahi viene aquel joven
amigo tuyo, que mantiene a su madre y a sus hermanas.
Clementina y Pinedo volvieron al mismo tiempo la cabeza y vieron llegar
a Rafael Alcantara, el celebre calavera que hemos conocido en el _Club
de los Salvajes_.
--iQue mantiene a su madre y a sus hermanas!--exclamo la dama con
asombro.
--Si, un joven muy bueno, amigo de papa, que se llama Rafael Alcantara.
Al volver la vista, cada vez mas sorprendida, a Pinedo, este le hizo una
sena bastante expresiva. No sabiendo lo que aquello significaba, pero
calculando que su amigo tenia interes en que no se calificase a
Alcantara como merecia, Clementina se callo. El joven salvaje, al
cruzar, les hizo un saludo entre familiar y respetuoso.
Pinedo alargo al instante la mano para despedirse.
--Ya sabe usted que hoy es sabado--dijo la dama--. Vaya usted a comer.
--Con mucho gusto. Recuerdos a Osorio.
--Y lleve usted a esta joven tan monisima.
--Ya veremos; ya veremos--replico el covachuelista otra vez
desconcertado--. Si hoy no pudiera, otro dia sera.
--Hoy ha de ser, padre tirano.... Hasta luego, ?verdad, preciosa?
Y le cogio el rostro a la nina y le dio un beso en cada mejilla,
diciendole al mismo tiempo:
--He tenido una gran suert
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