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ece que se establecia la confianza entre ellos. Clementina no trato de analizar el sentimiento que le inspiraba el joven Alcazar. Era poco aficionada a mirarse por dentro. Creia vagamente que hacia una obra de caridad mostrandose cortes con el. "iPobre muchacho!--se decia--. iComo adoraba a su madre! Y ella ique feliz debio de haber sido con un hijo tan bueno y carinoso!" Una tarde, cuando va llevaba mas de un mes de estos saludos, le pregunto Pepe Castro: --Oyes: ?ha dejado de seguirte ya aquel chiquillo rubio de marras? Clementina sintio un estremecimiento raro: se puso levemente colorada sin saber ella misma por que. --Si ... hace ya lo menos un mes que no le he visto. ?Por que mentia? Castro estaba tan lejos de pensar que entre aquel perseguidor desconocido y su querida mediase ninguna relacion, que no advirtio el rubor. Paso en seguida a otra cosa con indiferencia. Mas, para nuestra dama, aquel singular sacudimiento y aquel calorcillo en las mejillas fue una especie de revelacion vaga de lo que en su espiritu acaecia. El primer dato concreto de esta revelacion fue que al salir de casa de su amante, en vez de ir pensando en el, reflexiono que Alcazar cumplia demasiado fielmente su palabra de no seguirla. El segundo fue que al detenerse en un escaparate de joyeria y ver un imperdible de brillantes en figura de mariposa, se dijo que algunas de las que habia visto en casa de su amiguito rubio eran mucho mas hermosas y brillantes. El tercero lo adquirio al entrar en casa de Fe a comprar unas novelas francesas. Ocurriosele al ver tanto libro, que su amante Pepe Castro no habia leido ninguno de ellos, ni lo leeria probablemente. Antes, le hacia gracia esta ignorancia: ahora la encontraba ridicula. Transcurrian los dias. La senora de Osorio, hastiada de la vida elegante, habiendo agotado todas las emociones que ofrece a una dama ilustre por su hermosura y su riqueza, se iba placiendo extremadamente en aquel saludo inocente que casi todos los dias cambiaba con el joven del mirador. Una tarde, habiendose bajado del coche en el Retiro para dar algunas vueltas a pie, tropezo con Alcazar y su hermana en una de las calles de arboles. Dirigioles un saludo muy expresivo. Raimundo respondio con el mismo afectuoso respeto de siempre; pero Clementina observo que la nina lo hizo con marcada frialdad. Esto la preocupo y la puso de mal humor para todo el dia, por mas que nunca quiso confesarse que la causa de su malestar y m
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