el
y su hermana despues de aquella ridicula y extemporanea visita! Al
pensar en ello se le subian los colores a la cara. Por no ver ni ser
vista de Alcazar desde su mirador, dejo de salir a pie. El joven cumplia
su promesa: no hallo rastro de el por ninguna parte.
Mas sin saber por que causa, la imagen de este flotaba siempre delante
de sus ojos; con frecuencia acudia a su mente. ?Era por aversion? ?por
resentimiento? Clementina no podia de buena fe afirmarlo. Su ex
perseguidor no tenia nada en la figura ni en el trato que lo hiciese
aborrecible. ?Seria, por el contrario, que le hubiese impresionado
demasiado favorablemente su presencia? Tampoco. Veia diariamente en
sociedad muchos jovenes mas gallardos y de mas agradable conversacion.
Asi que, la sorprendia tanto como la irritaba encontrarse pensando en
el. Nunca dejaba de protestar interiormente contra esta involuntaria
inclinacion, y de enfadarse consigo misma. Transcurridos algunos dias
despues de la escena relatada decidiose a salir una tarde a pie. El no
hacerlo le iba pareciendo cobardia, conceder demasiado honor a aquel
chiquillo. Cuando paso cerca de su casa levanto los ojos y le vio como
siempre al mirador con un libro en la mano. Bajolos instantaneamente y
cruzo de largo seria y erguida. Mas a los pocos pasos sintio vago
malestar como si no quedase satisfecha de si misma. La verdad es que el
no saludar o no haber siquiera esperado el saludo del joven, no habia
estado bien hecho despues de sus francas explicaciones y de la
amabilidad que con ella habia usado mostrandole la rica coleccion de sus
mariposas y ofreciendosele tan finamente.
Al dia siguiente salio tambien a pie y reparo la injusticia del anterior
clavando con fijeza su vista en el alto mirador. Raimundo le envio un
saludo tan respetuoso y una sonrisa tan inocente, que la hermosa dama se
sintio halagada. No pudo ocultarse que aquel joven tenia singular
dulzura en los ojos, que le hacia muy simpatico, y que su conversacion,
si no repleta de donaires, revelaba firmeza de entendimiento y un
espiritu culto. Estas observaciones debio de hacerlas a su debido
tiempo; pero no las hizo por causas que ignoramos. Desde este dia
comenzo a salir como antes. Al cruzar por delante de la casa de Raimundo
nunca dejaba de enviar su cabezadita amistosa al mirador, desde donde le
contestaban con verdadera efusion. Y segun iban transcurriendo los dias,
el saludo era cada vez mas expresivo. Sin hablarse una palabra par
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