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peor) a las diez, a la hora del tresillo. --?Come usted todos los sabados en casa de tia Clementina?--preguntole por lo bajo Esperancita con inflexion extrana. El lechuguino la miro un instante. --Casi todos como en casa de su tio Tomas. --Tia Clementina es muy guapa y muy amable. --Esa fama goza--repuso Castro un poco inquieto ya. --Tiene muchos admiradores. ?No es usted uno de los entusiastas? --?Quien se lo ha dicho a usted? --Nadie; lo supongo. --Hace usted bien en suponerlo. Su tia es, a mi juicio, una de las senoras mas hermosas y distinguidas de Madrid.... Vaya, hasta otro rato, Esperancita. Y le alargo la mano con un aire displicente que hirio a la nina. El despecho de esta se manifesto llamando a Ramoncito, que se mantenia un poco alejado. --Y usted, Ramon, ?por que no se queda? ?Come usted tambien en casa de tia Clementina? --No: yo no.... --Pues quedese usted, hombre. Ya procuraremos que no se aburra. --iYo aburrirme al lado de usted!--exclamo el concejal, casi desfallecido de placer. --Nada, nada: definitivamente se queda ?verdad? Que se vaya Pepe, ya que tiene otros compromisos. Ramoncito iba a decir que si con todas las veras de su alma; mas por encima de la cabeza de la nina, Castro principio a hacerle signos negativos, con tanta furia, que el pobre dijo con voz apagada: --No ... yo tampoco puedo.... --?Por que, Ramon? --...Porque ... tengo que hacer. --Pues lo siento. El concejal estaba tan conmovido que apenas pudo murmurar algunas palabras de gracias. Salio de la estancia casi a rastras. Una vez en la calle, Pepe le felicito calurosamente y le anuncio que aquella firmeza daria buenos resultados. Pero el acogio las enhorabuenas con marcada frialdad. Se obstino en guardar silencio hasta su casa, donde su amigo y maestro le dejo al fin llena la cabeza de lugubres presentimientos y mas triste que la noche. VII #Comida y tresillo en casa de Osorio.# Al dia siguiente de haber subido a casa de Raimundo, Clementina estaba mas avergonzada y pesarosa de haberlo hecho que en el momento de bajar la escalera. Los seres orgullosos sienten remordimientos por una accion que en su concepto los ha humillado, como los justos cuando han faltado a la humildad. En su interior confesaba que habia dado un paso en falso. La serenidad y la cortesia de aquel muchacho, a la vez que lo elevaban a sus ojos, irritaban su amor propio. iQue comentarios no habrian hecho
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