uvo con un gesto.
--Aguardese un momento.... Voy a ver si por casualidad tengo yo lo que
les hace falta.
Y salio con paso vivo de la estancia. No tardo tres minutos en regresar
con un paraguas viejo entre las manos.
--A ver si os puede servir la seda de este paraguas--dijo--. Me parece
que es del mismo color....
Castro y Maldonado cambiaron una mirada significativa.
Mariana lo tomo ruborizandose.
--En efecto, es del mismo color ... pero esta todo picado.... No sirve.
Esperancita fingia estar absorta en su labor; pero tenia el rostro como
una amapola. Tan solo D. Esperanza tomo en serio el asunto y lo
discutio. Al fin fue desechado, con disgusto del banquero, que quedo
murmurando algunas frases poco halagueenas acerca del orden y economia de
las mujeres.
Ramoncito ya no podia sufrir mas aquella pena de Tantalo a que la
experiencia de su amigo le condenaba. No cesaba de mirar hacia el sitio
donde este y Esperancita departian. Principio por levantarse de la silla
con pretexto de estirar un poco las piernas y dio unos cuantos paseos.
Poco a poco fue acercandose a ellos: concluyo por detenerse delante.
--Que tal, Esperanza.... ?Hace mucho que no ha visto a su amiga
Pacita?
iQue pretexto tan burdo para detenerse! El mismo lo comprendio asi y se
ruborizo al pronunciar estas palabras. Castro le dirigio una mirada
fulminante; pero, o no la vio, o se hizo como que no la veia.
Esperancita fruncio el entrecejo y contesto secamente que no se acordaba
con precision.
Esto bastaria para que cualquiera se diese por advertido. Ramoncito no
se dio. Antes quiso prolongar la conversacion con frases absurdas o
insustanciales. Hasta tuvo conatos de agarrar una silla y sentarse al
lado de ellos: pero Castro se lo impidio dandole, al descuido, un feroz
y expresivo pisoton en los callos que le hizo volver en su acuerdo.
Continuo, pues, su paseo melancolico y no tardo en sentarse de nuevo
junto a sus futuras suegra y abuela. Al poco rato estaba empenado en una
discusion animada con Calderon sobre si el adoquinado de las calles
debia de hacerse por contrata o por administracion. De buena gana
hubiera cedido. Su interes estaba en hacerlo, porque al fin se trataba
del hombre en cuya mano estaba su felicidad o su desgracia; pero aquel
picaro temperamento terco y disputon con que la naturaleza le dotara, le
arrastraba a proseguir, aunque veia a su suegro encendido y a punto de
enfadarse.
Afortunadamente para el, antes que l
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