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siente, que lo dudo.... A mi me doleria en el alma causarle a usted un disgusto.... Al decir estas ultimas palabras, la nina se ruborizo hasta las orejas. --Pues tengo noticia de que es usted aficionada a darlos. --iOh, no! --Eso dice mi amigo Ramon. El rostro de Esperancita se oscurecio al oir este nombre. Una arruguita severa cruzo su frente virginal. --No se por que lo dice. --?No le remuerde a usted nada la conciencia? --Ni pizca. --iOh, que corazon tan emperdenido! --?Por que? Si le he proporcionado alguna pena sera que el se la habra buscado. --Eso mismo le he dicho yo.... Pero, en fin, creo que el enfermo ya esta en vias de curacion y que no se pondra mas al alcance de sus dardos.... Le veo bastante mas alegre y despreocupado de algunos dias a esta parte. Castro trabajaba sinceramente y de buena fe por su amigo. --Mucho me alegraria de que asi sucediese--respondio la nina con perfecta naturalidad. Castro hizo una defensa apasionada de su amigo, lo recomendo con toda eficacia a la benevolencia de Esperanza. Mas al verter en el oido de esta algunas exageradas frases de elogio, el tono displicente con que las pronunciaba y la sonrisa burlona que no se le caia de los labios, las desvirtuaban bastante. Aunque asi no fuese, la hija de Calderon las hubiera acogido con la misma hostilidad. --iVamos, Pepe, usted tiene ganas de guasearse! --iQue si, Esperancita, que si! Ramon tiene un gran porvenir y no seria dificil que con el tiempo le veamos ministro. El concejal, mientras tanto, explicaba con la fluidez que le caracterizaba, a Mariana y D. Esperanza, de que modo habia descubierto un fraude de consideracion en los derechos de consumos. Trescientos cincuenta jamones se habian introducido, hacia pocos dias, de matute con la anuencia de algunos empleados del municipio. Ramoncito pensaba llevar a estos empleados a la barra en brevisimo plazo. Mariana le suplicaba que no fuese excesivamente severo con ellos; serian tal vez padres de familia. Mas no lograba ablandarle. Indudablemente, sus principios de justicia municipal eran mas inflexibles que sus musculos cervicales, a juzgar por el numero incalculable de veces que volvia la cabeza hacia el sitio en que Esperancita y Pepe departian. No estaba celoso. Tenia confianza plena en la lealtad de su amigo. Pero le gustaba que su adorada le escuchase cuando pronunciaba las frases: "_a la barra_", "_yo pienso dictaminar en mal sentido_", "_la l
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