as; queremos la resurreccion de las virtudes grandiosas y crueles
que forman el heroismo.
Usted debe reconocer como yo, gentleman, que unicamente las mujeres
pueden aceptar esta vida de ave de corral, en la que el deseo de vivir
en paz ahoga todo sentimiento noble y elevado, en la que los cacareos
domesticos constituyen la funcion intelectual de la mayoria. No;
nosotros deseamos conocer, como los hombres de otros tiempos, el vino y
la guerra, los dos placeres divinos de los humanos; queremos vivir en un
minuto todo un siglo de angustias y de orgullos.
?Quien puede conformarse con esta sociedad que todos los dias vive del
mismo modo y al que tiene sed le ofrece agua o leche?... Venga a
nosotros el alcohol, que hace sonar cosas grandes y es padre del
heroismo. Venga a nosotros la guerra, madre de las esforzadas
acciones....
En cuanto a mi, gentleman, lo que deseo con mas vehemencia es poder
meterle por la cabeza a Momaren, Padre de los Maestros, esta tunica y
estos velos que ahora me cubren, arrebatandole a el para siempre los
pantalones.
VIII
En el que el Padre de los Maestros visita al Hombre-Montana
Cuando el profesor Flimnap regreso de su viaje a la antigua capital de
Blefuscu, fue sin perdida de tiempo a visitar al gigante para darle
excusas por su ausencia.
Vivia en perpetuo asombro a causa de la enorme gloria que habia caido
sobre el, con acompanamiento de ganancias no presentidas ni aun en sus
momentos de mayor ilusion. De todas las grandes ciudades le llegaban
proposiciones para que fuese a relatar ante auditorios de muchos miles
de personas sus platicas con el Hombre-Montana y lo que habia podido
averiguar acerca de las costumbres del remoto pais de los gigantes.
Los libreros, que nunca habian querido vender sus pesados volumenes
sobre problemas filologicos e historicos, le pedian ahora que los
enviase en grandes fardos, aprovechando la primera maquina voladora que
saliese para el lugar de su establecimiento.
Hasta los mas grandes diarios, siempre ignorantes de la existencia de
Flimnap, pues se abstenian sistematicamente de publicar su nombre, le
solicitaban ahora como colaborador, dejando a su arbitrio el fijar la
retribucion por sus escritos.
--Todo esto lo debo a usted, gentleman--decia con entusiasmo, mirandole
a traves de su lente--.iSi hubiese visto anoche con que interes
escucharon la descripcion que hice de su persona mas de veinte mil
mujeres!...
Y para que olvidase su
|