idad, haciendome infeliz por todo el resto de
mis anos. Al morir ella lo recogi como unica herencia, y sin saber por
que, a impulsos de un confuso instinto, no quise ensenarselo al profesor
Flimnap.
Recuerdo aun las impresiones que experimente cuando, viviendo al lado
del doctor, lei por primera vez sus paginas. La verdad me deslumbro: un
mundo nuevo fue abriendose ante mis ojos. Era mentira que las mujeres
hubiesen gobernado siempre el mundo; su triunfo databa de algunos anos
nada mas. En cambio, ique historia tan enorme y tan gloriosa la de la
dominacion masculina!...
A partir de aquel momento mostre la terrible franqueza de los neofitos.
Como poseia la verdad, consideraba necesario proclamarla a gritos, y
basto que un dia, conversando con varios estudiantes hembras, dijera
solamente una pequena parte de lo que yo sabia, para que cayese sobre mi
una serie de persecuciones que aun no ha terminado.
Momaren, el Padre de los Maestros, hablo indudablemente del nieto de
Ra-Ra al _Comite de supresion del antiguo regimen._ Es un Consejo
secreto, que desde los tiempos de mi padre persigue todo aquello que
puede hacer recordar las epocas pasadas, anulandolo con una crueldad
fria o implacable.
Tuve que huir, y he llevado hasta el presente una existencia vagabunda y
aventurera. De vez en cuando la bondad de Flimnap me ha protegido. En
los ultimos dias mi situacion era angustiosa. El temible Consejo habia
averiguado por sus espias que yo estaba de vuelta en Mildendo, o sea lo
que llaman las triunfadoras Ciudad-Paraiso de las Mujeres. Varias veces
estuve a punto de caer en manos de sus agentes. Si esto ocurre alguna
vez, me llevaran a morir en un islote inmediato a la gran barrera, como
murio mi abuelo. Pero la intervencion de Flimnap sirvio, como ya dije,
para que yo encontrase un refugio aqui, donde me considero casi seguro.
Tal vez se preguntara usted, gentleman, por que razon vuelvo a la
capital y me empeno en vivir en ella, estando aqui el terrible Consejo
que me persigue. Nuestra vida nunca es rectilinea ni la gobierna la
logica. En el pais de los Hombres Montanas es posible que ocurra lo
mismo. Los hombres tenemos un corazon que es a la vez el origen de
nuestras desdichas y de nuestras felicidades. No podemos existir sin la
mujer, y vamos alla donde ella vive, aunque esto equivalga a marchar al
encuentro del peligro.
Gillespie miro con nuevo interes al pigmeo. iQuien podia sospechar que
este animalejo tuviese un
|