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beza haciendo un gesto ambiguo. --Desde hace unas horas--continuo Torrebianca--parece que veo las cosas con otros ojos. iAy, las miradas crueles de esas pobres gentes cuando abri ayer mi ventana!... Y hoy, durante el entierro, ique tormento!... Yo que nunca temi a nadie, no he podido afrontar los ojos hostiles o burlones de muchos trabajadores... El pobre Moreno me llevo aparte varias veces o hablaba alto para que yo no pudiese oir los comentarios que sonaban a mis espaldas. El no sabe que me di cuenta de todo lo que hizo por evitarme molestias... Me he sentido tan acobardado, que ademas de pensar en ti pense en mi pobre madre, como si aun fuese un nino. iElla que se privo de todo para que su hijo conservase el honor de sus ascendientes!... Y su hijo ha acabado por ser la irrision de un campamento de emigrantes en un rincon incivilizado de la tierra... iQue vergueenza! Se tapo los ojos con las manos, como si pretendiese defenderlos de crueles visiones, y asi se mantuvo algun tiempo. Luego levanto el rostro, para anadir con una ansiedad interrogante: --Tu que eres mi unico amigo y conociste de cerca mi vida en Paris, ?crees que Fontenoy era el amante de mi mujer?... El espanol hizo otro gesto ambiguo, no sabiendo que contestar. Torrebianca, con una voz cada vez mas angustiada, formulo otra pregunta: --Y esos dos hombres, ?crees que fueron a batirse ayer por Elena? Ahora ni siquiera hizo Robledo el gesto vago de antes y se limito a bajar los ojos. Este silencio lo interpreto el marques como una respuesta afirmativa, y dijo con desesperacion, ocultando otra vez su cara entre las manos: --iY fui yo, el marido, quien dirigio el combate para que se matasen!... Hubo un largo silencio. Mantuvo el marques oculto el rostro entre sus manos, mientras Robledo le contemplaba con ojos de conmiseracion. De pronto se irguio, y dijo con lentitud, restregandose los parpados: --No puedo seguir aqui. Me da vergueenza arrostrar la mirada de las gentes... Tampoco debo marcharme con ella. Ya no me podria dominar con nuevas mentiras. La mirare de frente, y al ver la falsedad de sus ojos y de su sonrisa, la matare... tengo la certeza de que la matare. Su amigo creyo llegado el momento de aconsejarle. --No te acuerdes mas de esa mujer, y por el momento procura descansar. Manana buscaremos el medio mas oportuno para que te libres de ella. Empieza por quedarte aqui esta noche. Yo pensare lo que podemos hacer. Ella se ira;
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