del
dique, y acudieron las mujeres, lo mismo las danzarinas del
establecimiento que las pertenecientes a las familias del pueblo, para
rodear a los dos heridos y levantarlos.
Gonzalez, que protestaba a gritos, sin que nadie le escuchase, hizo un
gesto de alegria al reconocer a Robledo, como si este pudiera
arreglarlo todo.
--Son los amigos de Manos Duras--dijo--, que vienen a armar bochinche
porque a ese gaucho malo le quitan el suministro de la carne y le
impiden hacer otros negocios. Como manana teniamos carreras de
caballos, Manos Duras me ha querido perjudicar, provocando esta
batalla. Parece como que el demonio ande suelto ahora, don Manuel.
iTan en paz que viviamos antes!...
Sudoroso y emocionado aun por el combate, siguio balbuciendo
explicaciones. Reconocia que los chilenos provocaban peleas algunas
veces; pero era de tarde en tarde y a consecuencia de excesos en la
bebida. Ahora no habia que imputarles ninguna responsabilidad. iPobres
_rotos_!... Eran los del pais los que habian procedido insolentemente,
como si obedeciesen una orden, provocando a los trabajadores para
perturbar la tranquilidad del pueblo.
--Y esto va a durar, don Manuel; conozco a Manos Duras. Si quisiera
dinero, habria venido a pedirmelo, y no seria la primera vez... Pero
debe haber de por medio algo que no adivino, y que le hace buscar el
escandalo, sea como sea.
Acababan de ser recogidos los heridos, y la gente los metia en el
boliche. Un hombre a caballo salio en busca del medico de Fuerte
Sarmiento, que solo visitaba la Presa dos veces por semana. Varias
mujeres corrieron para traer antes a cierto peon siciliano que gozaba
fama de gran curandero. Los curiosos entraban en el almacen para
enterarse de la gravedad de las heridas. En medio de la calle, unas
comadres hablaban a gritos contra Manos Duras y sus camaradas.
Robledo volvio a emprender la marcha hacia su casa, con aire
pensativo. Gonzalez tenia razon: el demonio andaba suelto. Alguien
habia trastornado profundamente la vida de la Presa.
Al otro dia noto tambien un gran cambio en los grupos que trabajaban
junto al rio. Los obreros dependientes del contratista estaban
sentados en el suelo, fumando o dormitando. Algunos de origen espanol
canturreaban, tocando palmas y mirando a lo lejos, como si
contemplasen la patria lejana.
El contramaestre chileno apodado el _Fraile_ iba de un grupo a otro
protestando de esta inercia, pero solo conseguia que los trabajadores
ries
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