lo, con el deseo de acompanarla. Pero Elena
le acogia con signos negativos de su latiguillo.
--Ya le he dicho varias veces que no quiero mas acompanante que mister
Watson--le contesto ella una manana--. Usted, capitan, vayase a
trabajar en esa misteriosa y enorme sorpresa que me esta preparando.
Tambien Canterac aceptaba al ingeniero norteamericano como acompanante
de la marquesa. Le parecia mas tolerable que el odiado Pirovani.
Vio como se alejaban los dos jinetes, y aunque sentia un enojo
sombrio, como siempre que le rechazaba Elena, procuro disimularlo,
encaminandose despues a la casa de Moreno.
Estaba el oficinista leyendo una novela junto a su ventana, y al ver a
Canterac se acodo en el alfeizar para hablarle de los trabajos
realizados.
--Hay cerca de doscientos hombres y cuarenta carretas que ganan plata
en lo del parque.
El ingeniero, siempre a caballo, escucho las explicaciones que le fue
dando Moreno desde su ventana.
--Le he quitado estos hombres a Pirovani ofreciendoles doble jornal.
Ademas, me he llevado todas las carretas que el italiano tiene
contratadas y las que hay en Fuerte Sarmiento. Esto va a retrasar un
poco los trabajos del dique; pero luego, usted por una parte y el
contratista por otra, procuraran ganar el tiempo perdido.
Los hombres trabajaban a cinco leguas de alli, rio abajo, en un lugar
algo pantanoso, donde las crecidas habian hecho surgir un bosque de
alamos y otros arboles. Apartaban los peones la tierra inmediata a los
troncos, dejando al descubierto sus raices. Luego cortaban estas e
inclinaban el arbol, haciendole caer en una carreta de bueyes, que
emprendia lentamente su marcha a lo largo de la ribera, necesitando
toda una jornada para llevar su carga hasta la Presa.
--Un trabajo largo y dificil--siguio diciendo Moreno--. Ayer estuve
alla para verlo todo por mis ojos, y crea usted que la gente gana bien
su plata.
Cerca de la Presa, en una planicie vecina al rio, limpia de
vegetacion, otros peones abrian hoyos en el suelo. Al llegar las
carretas con los arboles, levantaban estos y los metian en los hoyos,
amontonando tierra en torno para que se mantuviesen erguidos.
--Son arboles de algunos metros nada mas, pero resultaran
extraordinarios en este desierto donde no hay otros que puedan servir
de comparacion. Tengo la seguridad, capitan, de que la sorpresa va a
ser enorme. Eso no lo puede discurrir el italiano.
Canterac aprobo con un sonrisa de satisfaccion las
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