aquel momento de cenar, y oyeron que
alguien llamaba a la puerta de su vivienda.
Se sorprendio un poco el espanol al ver entrar a Torrebianca vestido
con un traje negro de ciudad y una corbata de luto, pero todo cubierto
de polvo, de tal modo que sus ropas parecian grises y su cabeza y sus
bigotes completamente blancos.
--Vengo de Fuerte Sarmiento, de enterrar al pobre Pirovani... Me ha
traido Moreno en su coche.
Le invito Robledo a sentarse a la mesa.
--Puedes cenar aqui, si no quieres ir en seguida a tu casa.
Torrebianca hizo un movimiento negativo.
--No pienso volver a mi casa.
Dijo esto con tal energia, que Robledo quedo mirandole fijamente.
Mostraba una excitacion que hacia temblar sus manos y atropellaba el
curso de sus palabras.
--He comido algo con Moreno antes de salir de alla... Pero comere otra
vez... iAy, la muerte! iPobre Pirovani!... Tambien bebere un poco.
A pesar de que hablaba de su hambre, apenas toco los distintos platos
que le fue ofreciendo la criada de la casa. En cambio bebio mucho
vino, pero de un modo maquinal, sin saber ciertamente lo que bebia.
El espanol habia creido percibir, desde la entrada de su amigo, cierto
olor de ginebra. Indudablemente el y Moreno habian tomado algunas
copas de este licor antes de emprender su regreso. Tal vez esto era el
motivo de su excitacion, por no estar acostumbrado a las bebidas
alcoholicas.
Watson, que habia terminado de cenar, se fijo en la tenacidad con que
le miraba Torrebianca. Parecia indicarle con los ojos que su presencia
era inoportuna.
--?Moreno se ha quedado en su casa?--pregunto.
Y se fue, pretextando la conveniencia de hablar con el oficinista para
saber lo que pensaba escribir al gobierno sobre la necesidad de
reanudar las obras.
Cuando Robledo y Torrebianca quedaron solos, este parecio otro hombre.
Se fue desvaneciendo su excitacion, bajo los ojos, y el espanol creyo
que se empequenecia en su asiento, como algo blando que se desplomaba,
falto de sosten interior. Toda la falsa energia del alcohol habia
desaparecido de golpe, y Torrebianca estaba alli, ante su vista, con
un aspecto que hacia recordar el de una envoltura de goma subitamente
deshinchada.
--Necesito que me oigas--dijo levantando hacia su amigo unos ojos
humildes e implorantes--. Tu eres lo unico que me queda en el mundo,
la sola persona que me quiere... y por lo mismo me debes la verdad.
Hoy, mientras enterraban al infeliz Pirovani, no pensaba en ot
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