s que reconocio a
muchas amigas antiguas. Pero al verla las mujeres que estaban en la
calle, empezaron a gesticular y a insultarla a gritos.
Ella, irritada por tan incomprensible acogida, acabo por responder en
el mismo tono; pero abrumada al fin por la superioridad numerica de
sus adversarias y viendo ademas que muchos hombres las ayudaban con
sus risas y palabrotas, tuvo que retirarse. Al reflexionar luego en la
cocina, fue columbrando la verdad. Todas las mujeres del pueblo, sin
exceptuar las que eran comadres suyas, irian contra ella porque estaba
al servicio de la marquesa.
A la misma hora del anochecer entro Watson en el pueblo. Despues del
terrible suceso de la manana habia tenido que preocuparse del cadaver
de Pirovani, acompanando a los padrinos de este y al medico.
Primeramente lo guardaron en un rancho ruinoso cercano al rio. Luego
resolvieron trasladarlo a Fuerte Sarmiento, ya que debia ser enterrado
finalmente en el cementerio de dicho pueblo. Asi evitaban las
manifestaciones que podian surgir en la Presa si el cadaver era
llevado alla.
Regresaba Watson de Fuerte Sarmiento y habia dejado a sus espaldas las
primeras casas del pueblo, cuando se encontro con Canterac.
Este iba tambien a caballo, con sombrero y poncho iguales a los que
usaban los jinetes del pais, y llevando ademas un saco de ropa y de
viveres en el delantero de la silla.
Al reconocerlo, el joven se detuvo para estrechar su mano. Adivino que
no le veria mas, pues su aspecto era el de un viajero que se dispone a
cruzar la desierta llanura patagonica.
Canterac, respondiendo a su pregunta, senalo el horizonte, en el que
empezaban a brillar las primeras estrellas por la parte de los Andes
invisibles. Luego le manifesto su proposito de pasar la noche en una
estancia cerca de Fuerte Sarmiento, para continuar la marcha apenas
apuntase el dia.
--Adios, Watson--dijo--. Habria sido un bien para todos nosotros que
esa mujer no viniese nunca a esta tierra. Ahora veo las cosas bajo una
nueva luz; pero iay! ya es tarde.
Por unos momentos miro con indecision a Ricardo, pero al fin dijo
resueltamente:
--Oiga el consejo de un desgraciado, y no se ofenda porque se lo doy
sin que usted me lo pida... No se separe nunca de Robledo: es un alma
noble. Gracias a su bondad puedo marcharme... Todo lo que va conmigo
le pertenece... Desconfie de los que le hablen mal de el...
Sus ojos tristes miraron intencionadamente al joven mientras decia las
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