unca dano... Pero la gente es como es, y yo ipobre de mi! no voy a
pelearme con todas las mujeres de la Presa. Si puedo servir en otra
cosa a la senora, mandeme...
Se retiro al fin, luego de insistir en sus deseos de ser util a Elena
y en la tristeza que le causaba abandonar su servicio. Cerca de la
puerta se detuvo para contestar a la marquesa, que le pregunto por su
marido.
--No se. Salio esta manana y aun no ha vuelto. Tal vez ha ido a Fuerte
Sarmiento con don Moreno para el entierro de mi pobrecito patron.
Al quedar sola, Elena empezo a preocuparse de su esposo, personaje
olvidado que parecia resurgir con nueva importancia. Estaba
acostumbrada a considerarlo como un ser falto de voluntad, pronto a
aceptar todas sus ideas y creyendo lo que ella quisiera hacerle creer.
Pero el ultimo episodio de su vida resultaba extremadamente violento.
En una gran capital hubiera tenido menos resonancia, imas aqui, en un
pueblo de vida monotona, donde rara vez ocurria algo extraordinario, y
en presencia de una muchedumbre aventurera predispuesta a insultar a
las personas de clase superior!...
Sintio cada vez mayor inquietud al pensar en la posibilidad de que
Torrebianca descubriese el verdadero motivo del odio de aquellos dos
hombres cuyo duelo a muerte habia concertado. Fue repasando en su
memoria todo lo ocurrido entre ella y su esposo desde el dia anterior.
Federico, al volver a casa, le habia contado el triste fin del
combate, pero con ciertas precauciones, como si temiese la emocion que
podia causarle esta noticia. Luego, al atardecer, parecia otro hombre.
Rehuyo hablar, contestandola siempre con monosilabos, y por dos veces
sorprendio su mirada fija en ella con una expresion que nunca habia
conocido. Despues de cerrar su ventana Torrebianca, molestado por la
curiosidad de la muchedumbre, se habia ocultado en su dormitorio para
no salir hasta la manana siguiente muy temprano, antes de que Elena
despertase. El dia tocaba a su fin y Federico aun no habia vuelto.
?Que debia pensar ella de todo esto?...
Pero su inquietud no tardo en desvanecerse. Estaba tan acostumbrada al
dominio absoluto de su marido, que acabo por considerar sin fundamento
sus sospechas y temores. Ademas, aunque tales inquietudes resultasen
ciertas, ella conseguiria apaciguarlo y convencerlo, como lo habia
hecho muchas veces.
La vista de un transeunte que pasaba lentamente ante la casa mirando a
las ventanas sirvio para hacerla olvidar a su esposo.
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