ella iba pasando de la
sorpresa a la colera, cerrando finalmente su ventana con violencia.
Cuando Watson, despues de la cena, intento disculparse con Robledo,
pidiendo que le perdonase su rudeza, el espanol le hizo callar.
--No hablemos del pasado; tan amigos como antes: lo nuestro resulta un
incidente sin importancia. Lo verdaderamente terrible es lo del pobre
Pirovani y la situacion en que se ve Canterac... Comprendo la
impresion que han producido en usted sus palabras. iPobre hombre!
Unicamente quiso aceptar de mi lo mas preciso para su viaje a traves
de la Cordillera. Dice que en Chile esperara mis noticias. Pienso
buscarle algunas recomendaciones entre mis amigos de Buenos Aires...
iQue catastrofe! iY todo por una mujer!
Robledo quedo pensativo, para afirmar despues optimistamente:
--Yo no la creo mala por completo. Es una hembra impulsiva, con las
pasiones sin educar, que siembra el mal ignorandolo muchas veces, pues
toda su atencion la pone en ella misma, creyendose el centro de lo
existente. Si fuese rica tal vez seria buena; pero no conoce la
modestia y es incapaz de aceptar el sacrificio. iDesea tantas cosas y
tiene tan pocas!...
Sonrio melancolicamente e hizo una pausa, para continuar diciendo:
--Por suerte, no todas las mujeres son iguales. Ella misma me dijo un
dia que, en nuestra epoca, la hembra que piensa un poco se considera
infeliz y odia todo lo que la rodea si no posee un collar de perlas,
que es como el uniforme de la mujer moderna... Hay un ser mas temible,
querido Ricardo, que la mujer que busca a todo trance el collar de
perlas: es la que lo tuvo, lo perdio, y quiere volver a conquistarlo
sea como sea.
El recuerdo de Gualicho, diablo enredador que perturbaba a los indios
con sus tretas, obligandolos a montar a caballo para perseguirlo a
lanzadas y golpes de boleadora, paso por su memoria. De continuar
Elena en el mundo viejo, hubiese sido una de tantas mujeres temibles
que se ven refrenadas y neutralizadas por la vecindad de otras
semejantes a ellas. Pero aqui, rodeada de hombres que la admiraban, y
en un ambiente primitivo que la hacia resaltar como si fuese de
esencia superior, habia ejercido sin quererlo una influencia tan
nefasta como la del demonio cobrizo temido en otros tiempos por los
jinetes errantes de la Pampa.
Ella misma habia sido victima de este ambiente de soledad al
enamorarse de Watson. Creia poder jugar con los hombres,
despreciandoles. Asi se lo habia manifest
|