tal
acompanamiento.
Manos Duras contuvo su caballo mientras se alejaba el carruaje,
Durante algunos minutos siguio con los ojos a aquella mujer, la mas
extraordinaria que habia encontrado en su vida; y al dejar de verla,
su mirada de mastin sumiso volvio a recobrar una dureza agresiva.
Iban entrando los invitados en el parque artificial, bajo la
curiosidad envidiosa del populacho, mantenido mas alla de la alambrada
por la vigilancia del comisario y sus cuatro hombres. Estos invitados
eran comerciantes espanoles e italianos establecidos en las
poblaciones mas cercanas y algunos venidos de la lejana isla de
Choele-Choel, lugar hasta donde llegan los escasos barcos que pueden
remontar el rio Negro. Tambien los capataces y mecanicos de las obras
acudian con sus mujeres, que habian sacado a luz los vestidos de
fiesta, usados unicamente cuando iban a Bahia Blanca o a Buenos Aires.
Robledo paseaba por las cortas avenidas de este parque admirando
ironicamente la absurda creacion de Canterac. Moreno le iba mostrando
con cierto orgullo todas las particularidades de la obra dirigida por
el.
--Lo mas notable es una especie de cenador, o mejor dicho, de
santuario de verdura que hay al final de la arboleda. Seguramente que
el capitan querra llevar alli a la marquesa. Pero ella es lista y sabe
escurrirse.
Guinaba un ojo maliciosamente al hablar de los propositos de Canterac,
y a continuacion se mostraba grave para afirmar la cordura de la
marquesa, que "no era la mujer que se imaginaban muchos".
Se disponia a mostrar al espanol el famoso "santuario de verdura",
cuando le abandono repentinamente, mascullando excusas, para correr
hacia la entrada del parque. Elena acababa de llegar. Lo mismo que
Moreno, corrieron a su encuentro los otros solicitantes; pero ella,
despues de saludar a los tres, mostro su predileccion por Watson, que
tambien habia salido a recibirla. Converso con los demas, pero sin
apartar de Ricardo sus ojos acariciadores. Robledo, que examinaba al
grupo desde lejos, se entero inmediatamente de esta predileccion.
Contrariado por su descubrimiento, fue aproximandose para saludar a la
Torrebianca. Luego invito a Watson, con ademanes y palabras en voz
baja, a que se fuese con el; pero el joven fingia no entenderle. Al
fin, el ingeniero frances, que por ser el autor de la fiesta mostraba
una superioridad absorbente, se interpuso entre Elena y los demas
hombres, ofreciendola el brazo para ensenarle todas las b
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