levaba en la
diestra.
--iAh, demonio con faldas!
Dirigio un golpe contra el rostro de Elena, pero esta se puso en
actitud defensiva, agarrando el brazo enemigo. Su cara quedo
intensamente palida, con los ojos agrandados por la sorpresa y un
resplandor felino en las pupilas. Luego hablo con una voz algo ronca:
--Muy bien, joven, no se moleste. Doy por recibido el golpe. Este
regalo es de los que no se olvidan nunca, y correspondere a el cuando
lo considere oportuno.
Solto el brazo de Celinda, y como esta parecia haber desahogado ya
toda su colera, lo dejo caer, quedando inmovil y como avergonzada de
su agresion.
Aprovecho Elena este desaliento momentaneo para subir al cochecito,
tocando en un hombro a su conductor. El mestizo habia estado
adormecido hasta entonces, con el cigarro en la boca, sin enterarse de
lo que acababa de ocurrir junto a su vehiculo.
Apenas salieron del pueblo, vio Elena a lo lejos el parque improvisado
y la muchedumbre que rebullia en torno a el.
Un jinete paso al trote en direccion contraria, regresando del lugar
de la fiesta, y se quito el sombrero para saludarla. Elena reconocio a
Manos Duras, sonriendo maquinalmente a su respetuoso saludo. Luego,
sin darse exacta cuenta de lo que hacia, le llamo con una mano. El
gaucho hizo dar vuelta a su cabalgadura y se aproximo al carruaje,
marchando junto a sus ruedas.
--?Como le va, senora marquesa?... ?Por que esta tan palida?
Elena hizo un esfuerzo para serenarse. Debia guardar aun en su rostro
las huellas de la reciente emocion, y ella necesitaba llegar a la
fiesta tranquila y sonriente, de modo que nadie adivinase el insulto
que habia recibido.
Como si quisiera terminar cuanto antes su conversacion con Manos
Duras, le pregunto con forzada alegria:
--Usted me dijo una vez que me aprecia mucho y esta dispuesto a hacer
lo que yo le mande, por terrible que sea.
Se llevo Manos Duras una mano al sombrero para saludar, y sonrio,
mostrando sus dientes de lobo.
--Ordene lo que quiera, senora. ?Desea que mate a alguien?
Y al mismo tiempo la miraba con ojos de deseo. Ella hizo un falso
gesto de susto:
--Matar, no... ique horror! ?Por quien me toma?... El servicio que tal
vez le pida sera muy dulce para usted... Ya hablaremos.
Temiendo que el gaucho prolongase sus palabras de despedida, le indico
con un ademan energico que debia retirarse. Ya estaba cerca del sitio
de la fiesta, y no era conveniente llegar sin su marido y con
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