desgracia de familia que
esperabamos hace tiempo; algo que en realidad no me interesa mucho.
Luego cambio de gesto y de voz, para continuar hablando.
--iCuanto agradezco que haya usted venido!... Temblaba ante la idea de
pasar sola estas horas de la noche. iMe aburro tanto aqui!... Por eso
le suplique hoy, cuando nos separamos, que no me abandonase...
Y al decir esto tomo una mano de Watson, contemplandole al mismo
tiempo con ojos acariciadores.
El joven se sintio halagado en su vanidad masculina por esta mirada,
pero surgio en su memoria inmediatamente el recuerdo de lo ocurrido
aquella tarde.
--?Por que han renido esos dos hombres?... ?Fue por usted?...
Quedo ella indecisa; y al fin, entornando los ojos, contesto con
cierto abandono:
--Tal vez; pero yo los desprecio a los dos. Para mi solo existe usted,
Ricardo.
Puso sus manos en los hombros de el, y al hacer esto, parecio
estirarse con felina ondulacion, aproximando su rostro.
--Sospecho--murmuro--que vamos a ir tal vez mas alla de los limites de
una simpatia amistosa. iMe interesa usted tanto!...
Excitados por la soledad, sentian ambos en su interior la audacia de
un deseo vehemente. Iban a correr en breves minutos un camino que a
el, en su inexperiencia, le habia parecido siempre que exigiria
larguisimas jornadas. Elena penso en la amazona juvenil que habia
querido golpearla. Su vanidad ultrajada y el deseo de vengarse le
hicieron adoptar mentalmente cinicas resoluciones, celebrandolas con
una risa oculta que parecio reflejarse en sus ojos.
"Ya que eres celosa--pensaba--, debes serlo con motivo. Yo te
devolvere el latigazo."
Ademas, al recordar como aquellos dos hombres se habian golpeado en su
presencia, sin que esto le causase profunda emocion, creyo, con un
ilogismo propio de su cerebro desordenado, que el medio mas seguro
para restablecer la paz entre ambos era que ella se entregase a un
tercero, mas digno de su interes.
Watson, por su parte, consideraba a esta mujer mas hermosa y
apetecible despues que dos hombres habian intentado matarse a causa de
ella. Una sensacion de orgullo varonil, de vanidad sexual, se
mezclaba con las emociones que iban despertando en su interior las
palabras de la Torrebianca y el contacto de su cuerpo.
Al descansar ella las manos sobre sus hombros, habia acabado por
juntarlas, y poco a poco el joven se sintio aprisionado por unos
brazos adorables. Algo se reanimo en su pensamiento, como una llama
mo
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