ostrarse ante la "senora
marquesa" en la misma actitud de un heroe de novela.
"Acepto todas las condiciones--habia dicho a Moreno--por terribles que
sean. Quiero hacer ver que, aunque empece como un simple trabajador,
soy mas valiente y mas caballero que ese capitan."
Acabo el oficinista por mover otra vez su cabeza afirmativamente.
--Esta noche--continuo el marques--nos reuniremos los cuatro padrinos
en casa de Watson para fijar por escrito las condiciones, y manana a
primera hora sera el encuentro.
Manifesto el representante de Pirovani que don Carlos Rojas no podria
asistir a tal reunion, por haber ido a Fuerte Sarmiento en busca de un
medico que presenciase el duelo; pero el suscribiria todos los
documentos necesarios en nombre de su amigo. Y los dos padrinos dieron
por terminada su entrevista.
Al salir Moreno de la casa vio al comisario de policia junto a la
escalinata, como si estuviera esperandole. Don Roque se expreso con
indignacion.
--Ustedes se figuran que pueden hacer lo que quieran, como si en esta
tierra no hubiese autoridad, ni ley, ni nada, y aun mandasen en ella
los indios. Yo soy el comisario de policia, ?sabe, che? y mi
obligacion es impedir que los demas hagan locuras. Digame cuando sera
eso del duelo... Necesito saberlo.
Moreno se resistio a hacer tal revelacion, y el comisario, en vista de
su rebeldia, fue dulcificando el tono de su voz.
--Digamelo y no sea cachafaz. Piensen todos ustedes que no esta bien
que ocurran aqui tales cosas hallandome yo presente. Digame cuando
sera eso... para marcharme antes.
Le hablo al oido el padrino, y el estrecho su mano agradeciendo la
confidencia. Luego fue en busca de su caballo, que estaba cerca, y al
poner el pie en el estribo, dijo en voz baja:
--Voy a pasar la noche en Fuerte Sarmiento, y no volvere hasta manana
por la tarde... Hagan lo que quieran. Yo lo ignoro todo.
* * * * *
#XIV#
Empezaban a retirarse los parroquianos mas trasnochadores del boliche,
cuando llego Robledo ante la casa ocupada por Elena.
Subio con pasos quedos la escalinata, llamando discretamente a la
puerta despues de unos instantes de vacilacion. La puerta se abrio al
poco rato, asomando a ella Sebastiana, sorprendida por este
llamamiento cuando iba a acostarse.
Llevaba la dura cabellera dividida en numerosas trenzas, cada una con
un lacito en la punta, y procuraba taparse con la enorme redondez de
sus brazos una p
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