nores que no
arriesguen sus preciosas vidas, para que despues cada uno de ellos me
exija algo a cambio de su obediencia?... Ademas, si intervengo en ese
asunto, los dos van a creer, cada uno por su parte, que me inspiran
gran interes, y ninguno de los dos me importa nada... Si se tratase de
otro hombre, tal vez accederia a su ruego.
El espanol hizo un movimiento de cabeza al oir la palabra "otro", y
vio por un instante la imagen de su asociado. Elena le miraba ahora
con ojos compasivos.
--Duerma tranquilo, Robledo, como yo voy a dormir. Deje que esos dos
vanidosos anuncien que se van a matar. Vera como no ocurre nada grave.
Intento retirarse de la ventana por miedo a los "jejenes" y otros
insectos sanguinarios que, atraidos por las apetitosas carnes,
empezaron a zumbar en torno a sus hombros, obligandola a repelerlos
con incesantes manotazos mientras hablaba.
--Si ve a Watson, digale que le he estado esperando todo el dia. Con
esto del duelo es imposible hablarle... Hasta manana, y pase usted una
noche tranquila.
Cerro la ventana, fingiendo un miedo pueril a los mosquitos, y Robledo
tuvo que retirarse desalentado.
A la misma hora el ingeniero Canterac escribia en su mesa de trabajo,
terminando una larga carta con estas palabras:
"... y tal es mi ultima voluntad, que espero cumplireis. iAdios,
esposa mia! iAdios, hijos mios! Perdonadme."
Doblo el pliego para meterlo en un sobre, y luego puso este en el
bolsillo interior de una levita colgada cerca de el.
"Si caigo manana--penso--, encontraran esta carta sobre mi pecho.
Encargare a Watson, antes del duelo, que en caso de muerte la envie a
mi familia."
Una hora despues su adversario entraba en la casa de Moreno. El
oficinista habia vuelto, momentos antes, de su reunion con los
padrinos de Canterac. Pirovani le hablo lentamente, esforzandose por
ocultar su emocion.
Acababa de dejar sobre la mesa de Moreno dos cartas, una de ellas muy
abultada, con el sobre abierto, mostrando su interior repleto de
papeles. Habia estado escribiendo una parte de la noche en su
alojamiento, para condensar en estas dos cartas todos sus asuntos.
Senalo la mas delgada y dijo:
--Esta es para mi hija. Se la enviara usted, si es que muero.
El argentino quiso reir, como si dudase de la posibilidad de su
muerte, acogiendo tales palabras con gestos alegres... Pero desistio
de su fingido regocijo al ver que el contratista continuaba hablando
con voz grave.
--En el sobre
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