mas abultado encontrara usted una autorizacion en regla
para que pueda cobrar sin dificultades lo que me debe el gobierno, asi
como las sumas que tengo depositadas en los Bancos. A un hombre habil
como lo es usted, le sera facil enterarse, despues de examinar estos
papeles, del estado de mis negocios y del medio mejor de liquidarlos.
Tambien dejo un testamento en el que le nombro tutor de mi hija. Usted
es el unico que me inspira confianza. Aunque alguna vez se ha
inclinado mas del lado de mi adversario que del mio, eso no importa.
Se que es usted un joven "honesto", y le confio mi hija y mi fortuna:
todo lo que poseo en la tierra.
Moreno se conmovio de tal modo por esta muestra de confianza, que hubo
de llevarse una mano a los ojos. Luego se levanto para oprimir
fuertemente la diestra del italiano y con palabras entrecortadas fue
expresando su voluntad de cumplir fielmente todo lo que le encargase.
Juraba dedicarse al cuidado de la hija y la fortuna de su amigo si
este moria al dia siguiente.
--Pero usted no morira--anadio golpeandose el pecho--. Me lo dice el
corazon.
Poco despues de salir el sol, varios hombres fueron reuniendose en una
pradera de hierba rala vecina al rio. Tenia por limite unos sauces
viejos y con las raices medio descubiertas, que se inclinaban
moribundos sobre la corriente, como si de un momento a otro fueran a
dejarse caer en ella.
El lugar era triste. Como la luz se extendia a esta hora
horizontalmente, casi al ras del suelo, las sombras de las personas y
los arboles se prolongaban con un estiramiento irreal.
Primeramente llego Pirovani escoltado por Moreno y don Carlos, todos
vestidos de negro, pero el contratista se distinguia de sus
acompanantes por una levita nueva y solemne. La habia recibido de
Buenos Aires la semana anterior, a gusto de un sastre famoso, a quien
encargo un vestuario completo igual a los que poseyesen los
millonarios mas elegantes de la ciudad.
Detras de este grupo avanzo un viejo alto, enjuto de carnes, con la
nariz violacea y granujienta de los alcoholicos y una caja de cirugia
bajo el brazo. Era el medico que Rojas habia ido a buscar la noche
anterior en el pueblo mas proximo.
Pasados unos minutos llegaron a la pradera Canterac, Torrebianca y
Watson. El capitan y el marques vestian largas levitas, menos
flamantes que la de Pirovani, y corbatas negras: lo mismo que si
asistiesen a un entierro. Watson llevaba simplemente un traje obscuro.
Luego de salu
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