--Lo que yo deseo es que me expliquen bien el tiempo de que puedo
disponer para apuntar. No quiero equivocarme, y que me tomen luego por
un ordinario, incapaz de comprender estas cosas.
Conservaron sus pistolas los dos enemigos, con el canon en alto.
Moreno se cuido de abrochar los botones de la levita de Pirovani que
estaban sueltos. Luego le subio el cuello, para que no se viese el
blanco de su camisa. Torrebianca examino por su parte a Canterac.
Estaba correctamente abrochado como un militar, pero su padrino le
subio tambien el cuello de la levita. Los dos, antes de tomar su arma,
se habian quitado el sombrero, entregandolo a uno de los padrinos.
Colocandose el marques entre ambos, saco un papel y empezo a leerlo
con grave lentitud.
"...Segundo. El director del combate dara tres palmadas, y los
combatientes podran apuntar y hacer fuego a voluntad entre la primera
y la tercera palmada."
"Tercero. Si alguno de los dos hace fuego despues de la tercera
palmada, sera declarado felon y descalificado inmediatamente."
Pirovani, con la pistola en alto, avanzaba la cabeza y entornaba los
ojos para oir mejor, acogiendo con movimientos afirmativos cada
palabra de Torrebianca. Canterac permanecia impasible, como un hombre
que esta escuchando algo que conoce sobradamente.
Siguio leyendo el marques, y al fin guardo su papel, para hablar a los
adversarios.
--Mi deber es dirigir a todos un llamamiento en pro de la concordia.
?Es posible todavia una explicacion entre caballeros?... ?Quiere
alguno de los dos presentar sus excusas al otro?...
Movio Pirovani con violencia su cabeza, haciendo signos negativos. El
ingeniero permanecio inmovil, sin que se alterase una linea de su
rostro sombrio.
El marques volvio a hablar, quitandose su sombrero con triste
cortesia.
--Entonces, que empiece el lance y cada uno cumpla como caballero.
Retrocedio unos pasos, pero de espaldas, sin perder de vista a los
combatientes. Luego levanto una mano, preguntando si estaban listos.
Pirovani hizo un movimiento afirmativo. Su adversario continuaba mudo
o inmovil. Separo el marques sus manos para dar la primera palmada.
Todo esto lo hizo con una lentitud que daba a sus movimientos cierta
solemnidad tragica.
Los otros padrinos, colocados a alguna distancia de el, miraban con
una emocion mal disimulada. El medico, que seguia arrodillado junto a
su caja, levanto la cabeza con los ojos muy abiertos.
Torrebianca fue aproximando las ma
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