dar Canterac ceremoniosamente desde lejos a su adversario
y a los padrinos de este, empezo a pasearse por la orilla del rio.
Fingia divertirse siguiendo con sus ojos el revuelo de los pajaros
matinales o arrojando piedras a la corriente. El contratista, que
deseaba no ser menos que el, imitandole en todo, se paseo tambien
junto a los sauces, mirando al rio. Y asi continuaron ambos, yendo y
viniendo cada uno por la parte de la orilla que se habia asignado,
como si fuesen dos automatas.
Torrebianca, al que todos cedian el primer lugar por su experiencia en
estos lances, empezo a disponer los preparativos del combate. Pidio a
Watson dos bastones que este llevaba a prevencion, y clavo uno en el
suelo. Luego miro hacia el sol con una mano sobre los ojos, para darse
cuenta exacta de que lado venia la luz, y empezo a marchar, contando
sus pasos.
--Veinte--dijo clavando en el suelo el segundo baston.
Al reunirse otra vez con los padrinos saco una moneda, y luego de
escuchar a Moreno la arrojo en alto. Cuando cayo la pieza, el
oficinista dijo a Rojas:
--Hemos ganado, don Carlos, y podemos elegir el sitio.
El marques, que habia traido bajo un brazo su celebre caja de
pistolas, la dejo abierta sobre la hierba. Cargo las dos armas con
minuciosa lentitud, sacando a luz de nuevo la misma moneda para que el
azar decidiese por segunda vez. Al caer la rodaja de metal, se inclino
el oficinista para verla y dijo al estanciero:
--La suerte esta con nosotros. Tambien podemos tomar la pistola que
mas nos guste.
Despues los padrinos de Pirovani fueron en busca de este para
colocarlo junto a uno de los bastones escogido por ellos. El marques y
Watson condujeron a su apadrinado al lugar que marcaba el segundo
baston.
Mientras tanto, el medico procedia con cierto azoramiento a sus
preparativos. Era la primera vez que presenciaba un duelo. Habia
abierto su caja de cirugia, y con una rodilla en tierra empezo a
desenvolver vendajes, abrir frascos y examinar el buen funcionamiento
de sus aparatos.
Quedaron frente a frente los adversarios. Canterac estaba rigido, con
rostro grave pero inexpresivo, lo mismo que un soldado que espera la
voz de mando. Pirovani tenia los ojos ardientes, miraba con
agresividad, parecia furioso. Cuando se acerco Moreno con una pistola
para entregarsela, le dijo en voz baja:
--Va usted a ver como lo mato. Me lo avisa el corazon.
Pero olvido su optimismo homicida, para anadir con cierta angustia:
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