comedia en Buenos
Aires o una de esas historias del biografo que traen loca a mi nina.
A media tarde, luego de haber almorzado en la estancia de Rojas,
volvio Moreno a la Presa y echo pie a tierra frente a la antigua casa
de Pirovani.
Torrebianca se paseaba por la habitacion que le servia de despacho.
Iba vestido de luto y su aspecto era aun mas triste y desalentado que
en los dias anteriores. Al pasearse se detenia algunas veces junto a
su mesa, donde estaba abierta una caja de pistolas. Habia pasado una
parte de la tarde limpiando estas armas o contemplandolas pensativo,
como si su vista evocase lejanos recuerdos. Cuando olvidaba las
pistolas miraba una fotografia puesta sobre la misma mesa y que era la
de su madre. Esta contemplacion humedecia sus ojos.
Moreno, despues de saludarle, se apresuro a decir que ya habia
encontrado companero y venia autorizado plenamente por el para la
discusion de los preparativos del combate. El marques aprobo con un
saludo ceremonioso y luego le fue mostrando sus pistolas.
--Las traje de Europa, y han servido varias veces en lances tan graves
como el nuestro. Examinelas bien; no tenemos otras, y deben ser
aceptadas por las dos partes.
El oficinista manifesto que tenia por inutil este examen, aceptando
todo lo que hiciese el otro.
Siguio hablando el marques con una dignidad caballeresca que
impresionaba a Moreno.
"Este pobre senor--penso--no conoce su verdadera situacion. Y es un
hombre bueno y pundonoroso: un caballero que ignora los actos de su
mujer y el triste papel que va a representar."
Mientras el argentino le miraba con simpatica conmiseracion,
Torrebianca siguio hablando.
--Como ninguno de los dos quiere dar explicaciones, y las injurias son
de indiscutible gravedad, el duelo lo concertaremos a muerte. ?No
opina usted asi, senor?...
El oficinista, que se habia puesto muy serio al darse cuenta de la
importancia de esta conversacion, aprobo silenciosamente con
movimientos de cabeza.
--Mi representado--continuo el marques--no se contenta con menos de
tres tiros a veinte pasos, pudiendo apuntar durante cinco segundos.
Parpadeo Moreno para expresar el asombro que le producian tales
condiciones, y quiso negarse a admitirlas; pero se acordo de una
segunda conversacion que habia tenido con Pirovani aquella manana,
antes de ir a la estancia de Rojas.
Parecia transfigurado el italiano por un entusiasmo belicoso.
Celebraba esta ocasion que le iba a permitir m
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