piraba como una
nina, apoyandose en Watson.
"iSolo nos faltaba semejante escandalo!--se dijo--. Temo que alguien
va a morir por culpa de esta mujer."
* * * * *
#XIII#
Acabaron su cena silenciosamente Watson y Robledo, preocupados por lo
que habia ocurrido horas antes en el parque inventado por Canterac.
Un obstaculo invencible parecia haberse levantado entre los dos.
Watson tenia el rostro sombrio y evitaba mirar a Robledo. Este, al
poner de vez en cuando los ojos en su asociado, sonreia con una
expresion amarga. Pensaba en Elena, dominadora y malvada, que tal vez
habia aconsejado a Ricardo contra el.
Se levanto el joven de la mesa, saludando con algunas palabras
confusas, y tomo el sombrero para salir.
"Va a verla--se dijo el espanol--. Ya no vive tranquilo si no esta a
su lado."
En la calle central encontro Watson muchos grupos discutiendo
acaloradamente. Los rectangulos rojos que proyectaban sobre el suelo
las puertas del boliche eran eclipsados con frecuencia por las sombras
de los que entraban y salian. Adivino que todos disputaban sobre lo
ocurrido aquella tarde, tomando partido por el ingeniero o por el
contratista.
Al llegar a la casa de Elena, salio a recibirle Sebastiana en lo alto
de la escalinata. La mestiza tambien se mostraba preocupada por los
sucesos de la tarde.
Miro a Ricardo con severidad, pensando sin duda en la nina de la
estancia. iAy, los hombres! Hasta este _gringo_ que ella creia buenazo
resultaba tan perverso como los otros.
Paso adelante el joven, sin fijarse en tal mirada, y encontro en el
salon a Elena que parecia esperarle.
Quiso ocupar una butaca, pero la marquesa se opuso.
--No; aqui, a mi lado. Asi nadie podra oirnos.
Y lo obligo a sentarse en el sofa, junto a ella.
Tenia el rostro palido y la mirada dura, como si aun estuviese
conmovida por recientes y desagradables impresiones. La pelea de
Pirovani y Canterac habia pasado a segundo termino en su memoria. Le
molestaba mas, haciendola estremecerse de colera, la imagen de Celinda
con el latigo levantado.
Pero olvido su rencor al ver que Ricardo acudia puntualmente,
atendiendo el ruego que ella le habia hecho al anochecer para que
pasase la velada en su casa. Al notar que Watson miraba con inquietud
las puertas del salon, creyo oportuno tranquilizarlo.
--Nadie vendra. Mi marido esta en su cuarto, quebrantado por una mala
noticia que ha recibido de Europa... Una
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