que ir hasta la puerta de la calle,
acompanando a su antiguo patron.
--Vea si puede alcanzar al senor Watson--ordeno Elena
apresuradamente--. No debe estar lejos; digale que vuelva.
La mestiza sonrio, bajando sus ojos para decir con fingida
simplicidad:
--No es facil alcanzarlo. Salio disparado, como si huyese del demonio.
Al abandonar su antigua casa, se dirigio Pirovani a la de Robledo.
Este leia un libro apoyandolo en la lampara de petroleo que ocupaba el
centro de su mesa. Al ver entrar al contratista, le saludo con gestos
y exclamaciones de reproche.
--Pero ?que ha sido eso?... Un hombre de su edad y de su caracter...
iNi que fuese usted un muchacho de quince anos que se pelea por la
novia!...
El italiano repelio con altivo ademan esta admonicion, juzgandola
tardia, y dijo solemnemente, como si le enorgulleciesen sus propias
palabras:
--Me bato a muerte con el capitan Canterac, y vengo a buscarle para
que usted y Moreno sean mis padrinos.
Prorrumpio Robledo en exclamaciones de escandalo, al mismo tiempo que
levantaba las manos para hacer mas patente su protesta.
--?Usted cree que yo voy a mezclarme en sus disparates y a parecer tan
falto de juicio como usted o como el otro?...
Y siguio hablando contra la absurda peticion de Pirovani, pero este
movia la cabeza con tenacidad haciendo signos negativos. Estaba
resuelto a todo despues de haber oido a Elena.
--Yo soy un hombre de origen humilde--dijo--, un hombre que solo
conoce el trabajo, y necesito demostrar que no le tengo miedo a ese
senor acostumbrado al manejo de las armas.
Robledo se encogio de hombros al oir unas palabras que consideraba
absurdas. Al fin se canso de protestar en vano.
--Veo que es inutil querer infundirle un poco de sentido comun...
Bueno; accedo a representarle, pero con la condicion de que sera para
arreglar el asunto logicamente, evitando el duelo.
El contratista tomo una actitud caballeresca, como si acabase de
recibir una ofensa.
--No; el duelo lo quiero a muerte. Yo no soy un cobarde ni he venido
en busca de arreglos.
Luego expreso lo que verdaderamente pensaba.
--Aunque no he recibido una educacion brillante, se lo que hay que
hacer en casos como el presente. Conozco, ademas, la opinion de
personas muy altamente colocadas. Debo batirme, y me batire.
Dijo esto con tal sinceridad, que Robledo penso en Elena al oirle
mencionar las "altas personas" que le habian aconsejado. Le miro con
lastima, manif
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