ere ver a la senora. Parece que
trae prisa.
Ricardo se levanto para irse y Elena le rogo que se quedase,
prometiendo despedir en un momento al intruso. Pero el joven se habia
serenado, dandose cuenta del peligro que acababa de correr, y quiso
aprovechar esta ocasion para marcharse, antes de quedar otra vez a
solas con ella. Casi tropezo en la puerta con el contratista, que
entraba saludando desde lejos a la "senora marquesa". Estrecho su mano
y desaparecio inmediatamente.
Elena no quiso ocultar la colera que le habia producido esta visita
inoportuna, y recibio al italiano con visible mal humor.
Se mantuvo de pie para hacerle comprender que su entrevista debia ser
corta; pero el otro, distraido por sus preocupaciones, pidio permiso
para sentarse, y antes de que ella respondiese ocupo un sillon. La
Torrebianca se limito a apoyar su cuerpo en el borde de una mesa.
--Mi marido esta algo enfermo--dijo--, y necesito atenderle... No es
cosa de cuidado: la emocion por una desgracia de familia. Pero
hablemos de usted: ?que le trae aqui a estas horas?...
Tardo Pirovani en contestar, para que de este modo sus palabras
resultasen mas solemnes.
--El senor de Canterac cree que debamos batirnos a muerte despues de
lo de esta tarde.
Ella, que solo pensaba en Watson y estaba nerviosa por la presencia
del hombre que lo habia ahuyentado, hizo un leve gesto revelador de
que la noticia no le interesaba. Luego procuro disimular su
indiferencia, diciendo:
--No encuentro extraordinaria la proposicion. Si yo fuese hombre,
haria lo mismo que el.
Pirovani, que vacilaba hasta poco antes por creer disparatado el reto
de Canterac, se levanto de su sillon con aire resuelto.
--Entonces--dijo--, si a usted le parece bien, no hay mas que hablar.
Me batire con el frances y me batire si es preciso con medio mundo,
para que usted se convenza de que soy digno de su estimacion.
Al hablar asi habia tomado una mano de Elena, pero esta mano le
parecio tan blanda y muerta, que tuvo que soltarla, descorazonado.
Ella hizo un gesto de cansancio mirando hacia el interior de la casa,
donde estaba su marido. Este gesto indico a Pirovani que debia
marcharse, y el contratista se apresuro a obedecerla; pero mientras se
dirigia hacia la puerta todavia la atormento con palabras y gestos de
enamorado que desea inspirar admiracion por su heroismo.
Cuando Elena se vio sola, llamo a gritos a Sebastiana. La mestiza
tardo en presentarse. Habia tenido
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