s,
que se rompieron lanzando crujidos de lena seca. Inmediatamente,
Celinda dejo de evolucionar a lo lejos, llegando a todo galope al
encuentro de Ricardo. Cuando estuvo junto a el le amenazo con un dedo,
pretendiendo imitar la expresion cenuda de un maestro que rine a su
discipulo. Luego hablo con una gravedad comica:
--?No le he dicho mas de cien veces, mister Watson, que no quiero
verle con esa... mujer? Paso ahora los dias enteros corriendo el campo
inutilmente, y cuando al fin consigo tropezarme con el senor, lo veo
siempre en mala compania.
Pero Watson era ahora otro hombre y no acogio con risas su fingido
enfado. Muy al contrario, parecio ofenderse por el tono de broma con
que hablaba ella, y repuso secamente.
--Puedo ir con quien quiera, senorita. Solo hay entre nosotros una
buena amistad, a pesar de lo que algunos suponen equivocadamente. Ni
usted es mi prometida, ni yo tengo obligacion de privarme de mis
relaciones para obedecer sus caprichos.
Celinda quedo absorta por la sorpresa y el se aprovecho de esto para
saludarla con brusquedad, alejandose despues en la misma direccion que
habia seguido Elena. La nina de Rojas, al convencerse de que el
norteamericano huia verdaderamente, hizo un gesto de colera, al mismo
tiempo que lanzaba palabras suplicantes:
--iNo se vaya, gringuito!... Oiga, don Ricardo; no se ofenda... Mire
que esto solo ha sido para reir, lo mismo que otras veces.
Como Watson fingia no oirla y continuaba su trote, acabo ella por
echar mano al lazo que guardaba en el delantero de la silla, y lo
deslio para arrojarlo sobre el fugitivo.
--iVenga usted aqui, desobediente!
El lazo cayo sobre Ricardo con exacta precision, aprisionandolo, pero
cuando Celinda empezaba a tirar de el, saco el ingeniero un pequeno
cuchillo, cortando la cuerda. Tan rapido fue este acto, que la joven,
preocupada unicamente en tirar de su lazo, casi cayo del caballo al
faltarle de pronto el apoyo de la resistencia.
Watson se alejo, sacandose el fragmento de cuerda que envolvia aun sus
hombros. Luego la arrojo, sin volver la vista atras. Mientras tanto,
la nina de Rojas seguia recogiendo su lazo, que se arrastraba
blandamente por el suelo.
Al llegar a sus manos el final de la cuerda, contemplo tristemente su
extremo cortado. Las lagrimas enturbiaron su vision. Luego, la hija de
la estancia palidecio de colera mirando hacia las dunas, detras de las
cuales habia desaparecido el norteamericano.
--iQue el
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