ue todos esperabamos
tal desgracia de un momento a otro. Ha muerto pensando en usted. Su
nombre fue lo ultimo que balbuceo en su agonia. Adjunto le envio
algunos datos sobre su herencia, que desgraciadamente no es..."
Suspendio Elena tal lectura para mirar a su marido con ojos
interrogantes; pero este tenia la cabeza inclinada, como anonadado
por la noticia. Dudo ella en hablar, y como transcurria el tiempo sin
que el otro saliese de su actitud silenciosa, dijo lentamente:
--Supongo que este suceso, que nada tiene de inesperado, pues tu mismo
lo has presentido muchas veces, no va a privarnos de asistir a la
fiesta.
Levanto Torrebianca el rostro para mirarla con ojos de asombro.
--?Que es lo que dices?... Piensa que es mi madre la que ha muerto.
Ella fingio cierta confusion, mientras decia bondadosamente:
--Siento mucho la muerte de la pobre senora. Era tu madre, y esto
basta para que la llore... Pero piensa que en realidad no la vi nunca,
y ella, por su parte, solo me conocio por mis retratos. Ten serenidad
y un poco de logica... Por esa desgracia, ocurrida al otro lado de la
tierra, no vamos a privarnos de asistir a una fiesta que representa
enormes gastos para el amigo que la ha organizado.
Se aproximo a su esposo, diciendole con voz insinuante, al mismo
tiempo que le acariciaba el rostro con una mano:
--Hay que saber vivir. Nadie conoce esta desgracia. Figurate que la
carta no ha llegado hoy y solo puedes recibirla en el correo de pasado
manana... Quedamos en eso; aun ignoras la noticia y me acompanas esta
tarde. ?Que adelantas con acordarte ahora? Tiempo te queda para pensar
en ese suceso triste.
El marques hizo signos negativos. Luego se llevo una mano a los ojos,
y apoyando sus codos en las rodillas gimio sordamente:
--Era mi madre... iMi pobre mama, que tanto me queria!
Hubo un largo silencio. Torrebianca, como si no quisiera mostrar su
dolor en presencia de su mujer, se refugio en una habitacion
inmediata. Elena, cenuda y malhumorada, le oyo gemir y pasearse al
otro lado de la puerta.
Asi transcurrio mucho tiempo. Ella miro el reloj: las tres. Habia que
decidirse. Hizo un gesto cruel y levanto los hombros. Luego fue hasta
la puerta por donde habia desaparecido su esposo:
--Quedate, Federico; no te ocupes de mi. Ire sola, e inventare un
pretexto para excusar tu ausencia. iHasta luego, alma mia! Cree que si
te dejo es unicamente por no molestar a nuestros amigos. iAy, las
exigencias so
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