rtier del recibimiento,
dejando visible una mano blanca rematada por una pulsera de reloj.
Esta mano le hacia senas cual si pretendiese atraerlo. Despues
aparecio Elena por entero, invitandole con palabras y sonrisas a pasar
adelante. Cohibido por su presencia, no tuvo fuerzas Ricardo para
negarse, y la siguio al salon, bajando los ojos al tomar asiento.
--Al fin le veo en mi casa... Debo serle muy antipatica, pues nunca
quiere visitarme.
Watson se excuso. Habia estado dos veces por la noche en compania de
Robledo. No podia asistir diariamente a su tertulia, como los otros
visitantes: se levantaba mas pronto que todos ellos. Por ser de menos
edad que su asociado, debia encargarse de los trabajos mas penosos.
Ella fingio no escuchar estas explicaciones que desviaban el curso de
la conversacion. Queria decir algo y necesitaba decirlo cuanto antes.
--Tal vez le han hablado mal de mi. No se esfuerce en negarlo: nada
tiene de raro que me traten de ese modo... iLas mujeres estamos tan
expuestas a la calumnia!... iNos creamos tantos enemigos al no querer
acceder a ciertos deseos!
Elena habia tomado un tono de dulce ingenuidad al formular sus quejas,
como si estuviese bajo el peso de las mas injustas persecuciones. Se
aproximo a Ricardo, hablandole sin ningun recato femenil, como si
fuese un companero de su infancia; y el joven empezo a sentir la
turbacion que esparce el perfume de una carne sana y bien cuidada, la
proximidad de una mujer hermosa.
--Soy muy infeliz, Watson--siguio diciendo--. Deseaba una ocasion
oportuna para manifestarselo, y aprovecho este raro momento en que
podemos hablar a solas y tal vez no volvera a repetirse nunca... Me ve
usted rodeada de hombres que me hacen la corte y yo parece que
coqueteo con ellos. iError!... Es unicamente por aturdirme, por
olvidar el vacio de mi vida. Hace anos que me siento sola, como si no
existiese en el mundo otro ser que yo.
Ricardo habia olvidado su inquietud de momentos antes, para escucharla
con un interes credulo, aceptando todas sus palabras.
--Pero ?y su marido?...
Una lucecita ironica parecio temblar en los ojos de ella al oir esta
pregunta inocente. Pero contuvo su burlona admiracion, para contestar
con tristeza:
--No hablemos de el. Es un hombre buenisimo, pero no el esposo que
necesita una mujer como yo. Nunca ha sabido comprenderme. Ademas, es
un debil en la batalla de la vida; y yo, que he nacido para altos
destinos, estoy donde estoy por
|