que los trabajadores recibian la paga de medio mes,
llegaban a horas tan avanzadas las fiestas en el boliche del Gallego.
Toda la manana siguiente anduvo Sebastiana adormecida y con los pies
torpes por haberse levantado al amanecer, como era su costumbre,
despues de mantenerse despierta hasta que se marcharon los invitados.
Estaba en una de las galerias exteriores, rinendo con voz queda a las
criaditas mestizas para que no despertasen con los ruidos de la
limpieza a la duena de la casa, cuando repentinamente parecio olvidar
su colera, poniendose una mano sobre los ojos para ver mejor. Un
jinete encabritaba su caballo en mitad de la calle, agitando al mismo
tiempo un brazo para saludarla.
--iMi senorita linda!... Siempre me cuesta el conocerla con su traje
de varoncito. ?Como le va?...
Y bajo apresuradamente los escalones de madera, atravesando la calle
para ir al encuentro de Celinda Rojas.
No se habian visto desde el dia que Sebastiana abandono la estancia; y
ahora, por odio a don Carlos, creyo conveniente la mestiza enumerar
las magnificencias de su nueva situacion.
--Una gran casa, senorita, sea dicho sin ofender a la suya. La plata
corre como agua de acequia. Ademas, la patrona, una gringa bien,
nacio, segun dicen, marquesa alla en su tierra. El italiano, que es un
demonio para roerles la plata a los trabajadores, en cuanto se trata
de esta senorona parece medio zonzo, y se cuida de que no la falte
nada. Anoche hubo reunion con musica. Yo pense en usted, nina linda, y
me dije: "iComo le gustaria a mi patroncita oir cantar a esta
marquesa!"
La amazona escuchaba haciendo signos afirmativos, como si su
curiosidad se excitase al oir este relato.
Para aumentar su admiracion, fue Sebastiana enumerando todas las
personas que habian estado en la fiesta.
--?Y no te olvidas de alguno mas?--pregunto Celinda al terminar ella
su lista--. ?No estuvo don Ricardo, ese que trabaja con don Manuel, el
de los canales?
Movio su cabeza la mestiza negativamente.
--En toda la noche vi a ese gringo.
Luego empezo a reir, dandose sonoras palmadas en uno de sus muslos de
relieve elefantiaco, lo que marco su enorme redondez bajo la ligera
faldamenta.
--Ya lo se, mi nina, ya lo se... Me han hablado de que usted y el
gringo van siempre juntos a caballo por esos pagos, y no pasa dia sin
que se encuentren... Si alguna vez se dan un beso, busquen un lugar
donde nadie los vea. Mire que la gente de aqui es muy habladora
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