res dando sus
largos alaridos, experimentaba una alegria infinita. Si tenia ocasion
propicia, al llegar a Burdeos tomaba un vapor, aunque no fuese mas que
para pasar un dia en Luzaro. Si no, me quedaba en el barco, escribiendo
a Mary.
* * * * *
La cuestion del nombre de mi tio Juan de Aguirre, que a veces me
preocupaba, se aclaro en Burdeos. Un viejo marino retirado, que tenia
una tienda de objetos nauticos, y que navego con mi tio Juan, me dio
nuevos datos acerca del padre de Mary.
Un dia estaba haciendo los preparativos para zarpar, cuando recibi la
visita del capitan de la goleta _Dama Zuri_, que me traia una carta de
recomendacion de mi amigo Recalde. La _Dama Zuri_ era una goleta de tres
palos, blanca como una gaviota y airosa como un cisne.
El capitan deseaba buscar aparejos para su barco; le habian dicho que
alli, en Burdeos, se hacian los mejores y mas baratos, y que la gente de
Bayona y de la costa vasco-francesa se entendia para esto con un
comerciante vascongado.
Acompane al paisano en busca del comerciante; preguntamos en una
cordeleria de la orilla del rio, y nos dirigimos a una tienda de objetos
navales del muelle de Borgona, casi en el centro de la poblacion.
Era una covachuela a mas bajo nivel de la calle, que tenia unos
escalones desde la acera. En el escaparate, ancho y de poca altura, se
veian fanales de barco, rodeados de alambres gruesos y dorados;
cronometros, camaras de bitacora, correderas, sextantes, catalejos y
otros muchos instrumentos. Se mostraban, ademas, cables metalicos,
rollos de amarras, de relingas, de cordajes en canamo, anclas, argollas,
impermeables blancos y negros y otros muchos objetos navales, de lona,
fabricados en Angers y en Burdeos, y diversos aparatos de pesca y latas
de conservas inglesas.
La tienda exhalaba un olor de alquitran, muy agradable. En el cristal
del almacen, escrito con letras negras, se leia un nombre medio borrado:
Fermin Itchaso.
Entramos en el establecimiento el capitan de la _Dama Zuri_ y yo. Hable
yo con un hombre joven que nos salio al encuentro, y que no comprendia
el vascuence. El capitan, paisano mio, no sabia el frances, y queria
entenderse directamente con el comerciante. En vista de esto, el joven
dijo que esperaramos un momento a que llegara su padre.
No tardo mucho en venir. Era un hombre viejo, encorvado por la cintura,
con el pelo blanco y la pipa en la boca. Vestia de negro, la cara
rasurada
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