vivamente ni por mucho tiempo. Es regla primera
del buen tono no asombrarse jamas. La segunda hablar prolijamente de las
cosas leves y con sobriedad de las graves. Deshizose al fin la tertulia
vespertina. Salieron casi todos sus preclaros miembros y se esparcieron
por Madrid a difundir sus doctrinas, las cuales pueden resumirse de este
modo: "El hombre nacio destinado a firmar pagares y gastar bigotes
retorcidos. El trabajo, la instruccion, el orden, son atentatorios al
estado de naturaleza y deben proscribirse de toda sociedad bien
organizada".
Ramoncito Maldonado, como siempre, se agarro a los faldones de su amigo
Pepe Castro. El lector esta enterado ya de la profunda admiracion que le
profesaba. Ahora le toca saber que Pepe Castro se dejaba admirar lleno
de condescendencia, y que de vez en cuando se dignaba iniciarle en
algunos inefables secretos referentes a sus altas concepciones sobre las
yeguas inglesas y las boquillas de ambar. Ramoncito iba poco a poco
adquiriendo nociones claras, no solo de estas cosas, sino tambien del
modo mas adecuado de combinar el idioma frances con el espanol en la
conversacion familiar. Pepe Castro poseia el don admirable de olvidar,
en un momento dado, la palabra castellana, y despues de algunas
vacilaciones pronunciar la francesa con perfecta naturalidad. Ramoncito
tambien lo hacia, pero con menos elegancia. Asimismo iba distinguiendo
bastante bien las ostras de Arcachon de las que no son de Arcachon, el
Chateau-Laffite del Chateau-Margaux, la voz de pecho, en los tenores, de
la voz de cabeza, y la pasta dentifrica de Akinson de las otras pastas
dentifricas. No obstante, Ramoncito, como todos los neofitos, mucho mas
si poseen un temperamento exaltado y entusiasta, exageraba la doctrina
del maestro. Sean ejemplo de esta exageracion los cuellos de camisa.
Porque Pepe Castro los gastase altos y apretados ?habia razon para que
Ramoncito anduviese por esas calles de Dios con la lengua fuera,
padeciendo todo el dia los preliminares de la pena del garrote? Y si
Pepe Castro, por motivo de una enfermedad nerviosa que habia tenido de
nino, cerraba el ojo izquierdo con frecuencia, lo cual sin duda le
agraciaba, ?con que derecho pasaba el dia Ramoncito haciendo guinos a la
gente con el suyo? Ademas, el joven concejal cargaba de perfumes no tan
solo el panuelo y la barba, sino toda su ropa, de suerte que a los diez
metros aun trascendia y de cerca producia mareos. Pues bien, despues de
examinadas
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