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bronceadas, sustituyendolas con el zapato adecuado. No habia abierto su
boca la palida doncellita hasta entonces, reflejando en el rostro cada
vez mas tristeza y preocupacion. Al fin, hallandose arrodillada a los
pies de su ama, levanto los ojos para decirla timidamente:
--Senora, voy a rogarle una cosa ... que no despida a Cayetano.
Clementina la miro con sorpresa:
--?Esas tenemos?... Conque despues que has sido tu la que....
--Es que, senora--articulo Estefania poniendose todo lo colorada que
permitia su tez--, si ahora le despide, me van los demas a tomar
ojeriza.
--?Y a ti que te importa?
La doncella insistio con muchas veras y cada vez con palabras mas
suplicantes y persuasivas. La senora nego poco tiempo. Como el asunto
era de poca monta y observaba no sin sorpresa el interes y aun ansiedad
que su predilecta tenia en que el cocinero quedase, no tardo en
concederlo, ordenandole que ella arreglase el asunto. Con esto el
semblante de la chica se animo al instante, se puso como unas pascuas y
comenzo a maniobrar en torno de su ama con extraordinaria presteza.
Dos golpecitos dados en la puerta las sorprendio a ambas.
--?Quien es?--pregunto la senora.
--?Te estas vistiendo, Clementina?--se oyo de fuera.
Era la voz de su marido. La sorpresa de la dama no disminuyo por esto.
Osorio subia rarisima vez a su cuarto estando ella sola.
--Si; me estoy vistiendo. ?Hay gente abajo?
--Los de siempre: Lola, Pascuala y Bonifacio.... Es que tengo que hablar
contigo. Te espero aqui en el salon.
--Bien; alla voy.
Desde entonces hasta que termino de arreglarse, Clementina guardo
silencio obstinado, expresando en el rostro una preocupacion sombria que
no paso inadvertida para su doncella. En sus dedos, al dar los ultimos
toques a los pliegues de la falda, habia un ligero temblor, como el de
las ninas que por primera vez se visten para ir a un baile.
Osorio la esperaba, en efecto, en el saloncito de arriba contiguo a su
_boudoir_. Estaba sentado negligentemente en una butaca; pero al ver a
su esposa se levanto, dejando caer previamente en la escupidera la punta
del cigarro que fumaba. Clementina observo que estaba algo mas palido
que de costumbre. Era el mismo hombrecillo de facciones correctas y mal
color que cuando se caso; pero en los ultimos doce anos se habia gastado
bastante su naturaleza. Muchas arrugas en la cara; el cabello gris y la
barba tambien; los ojos menos vivos.
Fue a cerrar la pue
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