ras; la reconocian un cutis
muy fino, unos ojos muy hermosos, y gusto.
Fuera de esta dote natural que la acercaba a las senoras de verdad,
Amparo era en su trato tan tosca, tan incivil, tan bestia y tan
ignorante como lo son casi siempre en Espana las criaturas de su
condicion, al menos en el presente momento. Mas adelante quiza lleguen a
ser tan cultas y refinadas como las cortesanas de la Grecia. Hoy son lo
que arriba se ha dicho, sin animo, por supuesto, de ofenderlas. Despues
de pertenecer al marques de Davalos y a otros tres personajes, sin
perjuicio de los devaneos furtivos que se autorizaba, vino al poder del
duque de Requena, o este al poder de ella, que es lo mas exacto.
Salabert, segun iba envejeciendo y menguando en energia (para todo lo
que no fuese adquirir dinero, se entiende), crecia en sensualidad. El
vicio se transformaba en desorden vergonzoso, en pasion desenfrenada,
como suele acaecer a los viejos y a los ninos viciosos. Amparo dio con
el en esta ultima etapa y logro apoderarse de su voluntad sin
premeditacion. Era demasiado necia para concebir un plan y seguirlo. Su
caracter desigual, brutalmente soberbio, su misma estupidez, que la
hacia no prever las consecuencias de sus actos, la ayudaron a dominar al
celebre banquero. Hacia un ano que era su querida y que estaba instalada
en aquel hotelito del barrio de Monasterio. Al principio procuraba
refrenar su genio y tenerle contento mostrandose dulce y amable. Pero
como esto le costaba un esfuerzo, y como, por otra parte, pudo
cerciorarse en seguida de que los desdenes, el mal humor v hasta los
insultos, lejos de enfriar la pasion del duque la encendian mas, dio
rienda suelta a su genio. Aparecio la criatura salida del cieno, con su
groseria, sus inclinaciones plebeyas, su caracter agresivo y
desvergonzado. El duque, que hasta entonces habia logrado mantener su
independencia frente a sus queridas y eso que de algunas llego a
prendarse fuertemente, se encapricho de tal modo por esta, que al poco
tiempo le toleraba frisos que ajaban su dignidad y tiempo adelante actos
que aun mas la escarnecian. Por supuesto, este dominio duraba solamente
los momentos de sensualidad, las horas que consagraba al placer. Asi que
salia del templo de Venus, recobraba su razon el imperio, volvia a sus
empresas con creciente ambicion.
Amparo fumaba tranquilamente en silencio, enviando pequenas nubes de
humo al techo. De pronto hizo un movimiento brusco, e incorporandose
dijo
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