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turalidad y afectuosa simpatia que lograron interesar a la dama. Pero no lo demostro. Al contrario, se puso mas seria y emprendio la marcha hacia la sala. Raimundo la siguio. Al pasar delante de ella para abrirle la puerta, le dijo con franqueza seductora: --No valgo nada, senora; pero si algun dia quisiera usted servirse de mi insignificante persona, ino sabe usted el placer que me causaria con ello! --Gracias, gracias--repuso secamente Clementina sin detenerse. Al llegar a la puerta de la escalera y al tirar del pasador, el joven vio asomar la cabecita curiosa de su hermana en el fondo del pasillo. --Ven aqui, Aurelia--le dijo. Pero la nina no hizo caso y se retiro velozmente. --Aurelia, Aurelia. Bien a su pesar, esta salio al pasillo y avanzo hacia ellos sonriente y roja como una cereza. --Aqui tienes a la senora de quien te he hablado, que tanto se parece a mama. Aurelia la miro sin saber que decir, sonriente y cada vez mas ruborizada. --?No se parece muchisimo? Di. --Yo no lo encuentro ...--respondio la joven despues de vacilar. --?Lo ve usted?--exclamo la dama volviendose a Raimundo con la sonrisa en los labios--. No ha sido mas que una fantasia, una alucinacion. Trasluciase un poco de despecho debajo de estas palabras. La presencia de Aurelia hacia mas falsa aun su situacion. --No importa--repuso Raimundo--. Yo veo claro el parecido, y basta. La puerta estaba ya abierta. --Tanto gusto ...--dijo Clementina dirigiendose a Aurelia sin extenderle la mano, inclinandose con una de esas reverencias frias, desdenosas, con que las damas aristocratas establecen rapidamente la distancia que las separa del interlocutor. Aurelia murmuro algunas frases de ofrecimiento. Raimundo salio hasta la escalera para despedirla, repitiendole algunas frases amables y cordiales que no impresionaron a la dama, a juzgar por su continente grave. Bajo las escaleras descontenta de si misma, embargada por una sorda irritacion. No era la primera vez, ni la segunda tampoco, que su temperamento impetuoso la colocaba en estas situaciones anomalas y ridiculas. VI #Desde el "Club de los Salvajes" a casa de Calderon.# Pintorescamente diseminados por los divanes y butacas de la gran sala de conversacion del _Club de los Salvajes_, yacen a las dos de la tarde hasta una docena de sus miembros mas asiduos. Forman grupo en un rincon el general Patino, Pepe Castro, Cobo Ramirez, Ramoncito Maldonado y
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